Page 33 - Diario de guerra del coronel Mejía
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—¿Eres mariquita o qué?
Sería muy ingenuo creer que hay un código de honor entre niños. Lo más usual
son los insultos y las bravuconerías.
—No lo soy. Pero podrían expulsarme si me vieran.
—Siempre estás moliendo con que estamos en guerra. ¿A poco tú irías a la
guerra si supieras que te pueden cortar la cabeza y colgarla de un edificio?
—Claro que iría.
—Pues súbete. Hasta aquella rama, mira.
Era difícil contradecir al pecoso de Estrada, el único con un hermano en sexto
grado. El sol se colaba por las ramas si mirabas hacia ese punto. Hubiera sido
una estampa gloriosa que el Coronel subiera hasta ahí y le callara la boca al niño
más burro del tercer grado. Sofi miraba a la distancia, interesada. Hubiera sido,
en verdad, una estampa gloriosa.
—Si tú te subes, yo también —insistió el Coronel.
Muchos niños de todos los grados contemplaban la escena. Estrada no quería ir a
la guerra, pero tampoco quería admitir que era un cobarde. Se terminó el recreo;
Estrada fue el primero en correr al aula y el Coronel volvió a clases con la frente
en alto. Es verdad que no habría subido a la rama más alta ni siquiera detrás de
Estrada, pero también había salido bien librado de la afrenta de éste. Y se sintió
un poco menos mal al imaginar su cabeza separada de su cuerpo, por el bien de
la patria.