Page 183 - La vida secreta de Rebecca Paradise
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–¡Eres tú! No podía ni imaginarlo, llevas un disfraz demasiado bueno.
«¿Un disfraz?», me pregunté a mí misma, pensando en mis gafas de culo de vaso
y la goma fucsia de mi coleta. Bueno, no era momento de discutir. Rebecca
había regresado.
–Me llamo Sarah, y yo sí sé quién es Sofía Jenkins. Mi hermano pequeño la
tenía en clase. Qué horror de niña, ¡le trataba como a basura! Te diré lo que
quieras sobre ella.
–Solo necesito saber por qué se marchó de vuestro colegio.
–Oh, yo lo sé perfectamente –Sarah bajó mucho la voz–. Sofía era una ladrona.
–¿Cómo una ladrona?
–¡Sí! Ya había habido varios robos pequeños en su clase... sobre todo pulseritas,
sacapuntas, cosas así. Pero un día desaparecieron unos pendientes de oro puro
que la señorita Blanchard, la profesora de Francés de los pequeños, había
olvidado en la mesa. Enseguida pillaron a Sofía. Por lo visto le encantan los
pendientes.
–¡No me digas! –exclamé haciéndome la tonta–. ¿Y la expulsaron por eso?
–No, no la expulsaron. La enviaron al psicólogo. Pidió perdón y devolvió los
pendientes. Pero desde entonces todos empezaron a... Bueno, empezamos a
llamarla «Sofía la Ladrona», «Sofía la Ratera»... Y, sobre todo, «Urraca
Jenkins». Ese último se le ocurrió a mi hermano –proclamó Sarah con orgullo–.
Así se le bajaron los humos. Al final, sus padres prefirieron sacarla de aquí.
Es horrible decir esto, pero la historia me sonaba. Y de tres escuelas distintas.
–Gracias, Sarah –sonreí a pesar de todo, mientras tomaba mis últimas notas–.
Oye... ¿de verdad has leído el glob? O sea, mi blog.
–¡Sí! Mi hermano me lo enseñó. Y a él, un vecino del barrio. Y al vecino, su
prima, creo.
¿Estudiaría la prima del vecino del hermano de Sarah en mi escuela número
cuatro? Empezaba a sentir mareos. Álex tenía razón: internet debería medirse en