Page 101 - Papá está en la Atlántida
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Epílogo:



               La posibilidad de muchas atlántidas







               Más que responder la pregunta, que suelen lanzarle al autor de una obra literaria,
               “¿Cuál fue su motivo de inspiración?”, responderé la de “¿Cómo fue la vida de
               esta obra en escena?”. Porque un texto dramático tiene el encanto de poder
               contar esa historia muchas veces de manera diferente, cómo es que fue llevada al
               escenario de un teatro, cómo la recibió el público y qué pasó en el proceso de los
               diferentes montajes, si es que tiene esa fortuna.


               Es extraño, pero Papá está en la Atlántida, una obra que toca una problemática
               nacional tan importante como la desintegración familiar por la migración, no vio
               sus primeros reflectores en México: tuvo su estreno en Estados Unidos. Y ni
               siquiera en alguna ciudad de la frontera (donde cada año cruzan o intentan cruzar
               miles de indocumentados), sino en la lejana ciudad de Nueva York, en el año de
               2007. De esa primera experiencia escénica guardo el cariño de haber visto el
               único montaje (al menos presenciado por mí) con dos niños como actores, y
               justo de las edades que el texto exigía. Tuve la suerte de vivir todo el proceso
               que exige una producción: desde la traducción de la obra al inglés (gracias a una
               beca que me permitió apoyar al dramaturgo Jorge Cortiñas en la traducción)

               hasta que la compañía Working Theater quiso hacer el montaje, pasando por la
               selección del director y el casting de los actores (cosa que raramente
               experimenta un dramaturgo mexicano, ya que en el teatro nacional no se estila
               involucrarlo a ese grado), así que tuve voz y voto para elegir a los dos niños que
               interpretarían a los hermanos de la obra. Y se eligió no solo a dos niños
               carismáticos y talentosos (Sergio Ferreira y Steven D. García), sino que además
               eran hijos de padres de origen latino y podían interpretar los papeles tanto en
               inglés como en español. Fui testigo de la cuidadosa dirección de Debbie Saivetz,
               quien usó toda su experiencia y habilidad para hacer que dos actores sin tablas
               pudieran dar una interpretación de calidad y al mismo tiempo mantener el
               carácter fresco y lúdico que debían tener los personajes.
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