Page 103 - Papá está en la Atlántida
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Nueva York






               La escenografía fue memorable: se decidió que toda la obra sucediera en un
               ambiente desértico. Lo único que lamento de ese montaje es no haber podido
               presenciar (por cuestiones de calendario) ninguna función en español.


               La de Nueva York fue la primera de muchas puestas en escena y lecturas en el
               país vecino. Y en cada una me dio gusto presenciar reacciones del público muy
               cercanas a lo que esperaba y constatar el carácter universal del teatro. Tuve
               noticias de montajes en Indianápolis (dirigidos por Sharin Gamble) y Nueva
               Jersey (dirigidos por David Winitsky), que fueron muy bien recibidos. De estos,
               lamentablemente, no fui testigo presencial. Cuando Papá está en la Atlántida
               obtuvo un premio internacional convocado por la Aurora Theatre Company de
               Berkeley, me invitaron a una lectura de la obra en San Francisco y me enfrenté a

               otra nueva propuesta. En esa ocasión el director Matthew Graham Smith decidió
               que dos actores jóvenes representaran a los hermanos. Me sorprendió que, al
               escoger a un actor maduro como el hermano mayor y a un actor joven como el
               hermano menor, se lograra reflejar tan acertadamente lo que son dos o tres años
               de diferencia en el mundo infantil.


               Más tarde, en la ciudad de Tucson me tocó presenciar una puesta a cargo de Eva
               Zorrilla con las actuaciones de el también dramaturgo Rafael Martínez y Bryant
               Enriquez. Ahí, en Arizona, experimenté finalmente el recibimiento de la obra en
               una ciudad fronteriza, justo en el estado donde años antes a los rancheros les
               había dado por disparar a los inmigrantes como si fueran coyotes (asunto que se
               aborda brevemente en la obra), y donde poco después surgió la terrible ley
               antiinmigrante. Ahí me di cuenta de cómo muchos adultos de origen latino se
               identificaban con la historia, pues habían vivido el drama de la desintegración de
               su familia o conocían a alguien que lo había sufrido.
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