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¿ERAN CRISTIANOS, O TODO ERA MENTIRA?


                         Ya  hemos  mencionado  el  escrito  de  Munster,  y  que

                  transcribo de la página 24 de “Un Pentecostés en el siglo XX”,

                  pero que vale la pena, volver a leer. "Veintiséis años hace que

                  yo examiné a los príncipes de estas gentes en Heldeberg y con
                  dificultad logré ver ciertas cartas, que ellos se gloriaban tener

                  de los Emperadores, vi una del Emperador Segismundo en la

                  que se decía que sus mayores en Egipto Menor abandonaron

                  el cristianismo y se hicieron paganos después se arrepintieron

                  de este delito, y en penitencia peregrinaron algunos años"  Y
                  ahora nos preguntamos, ¿De verdad eran cristianos?


                         Creo que sí. Al menos esta es mi opinión, pero tuvo que

                  ser  a  principios  del  siglo  primero,  es  decir,  cuando  todavía

                  sabían  que  eran  Hebreos.  Véamos  ahora  las  pistas  que

                  tenemos.  Una  de  ellas  es  de  vital  importancia,  y  está  en

                  Santiago 1:1, que dice: “Santiago, siervo de Dios y del Señor
                  Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud.”

                  Podemos ver que Santiago se dirgió a las doce tribus que en

                  esos momentos se encontraban en la dispersión, es decir fuera

                  de Israel. Hay algunos que interpretan que en realidad no se
                  dirige a las tribus, sino a la Iglesia que había tomado el lugar de

                  Israel;  pero  sobre  este  tema  ya  hemos  hablado  en  otro

                  capítulo, y no tiene sentido tal interpretación de las escrituras.

                  Dios  ha  dicho  que  no  ha  desechado  a  su  pueblo,  Romano
                  11:1.



                         Ahora observemos este texto, porque Santiago se dirige a
                  ellos como siervo de Jesucristo, lo que evidencia que quienes

                  iban a recibir esta carta, debían conocer de Jesús, pues de otra

                  forma,  no  tendría  sentido  enviar  esta  carta  llena  de

                  instrucciones del evangelio de la gracia de Cristo, a quienes no
                  lo  conocen,  y  porque  además,  la  Epístola  de  Santiago  fue


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