Page 252 - [1library.co] l la era de las maquinas espirituales kurzweil
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La realidad de los empleos perdidos suele ser más impactante que
los sin-
nuevas y lejanas indus-
tetizadores Kurzweil para crear bandas sonoras para anuncios de te-
trias. Cuando las agencias de publicidad empezaron a utiliza~
promesa indirecta de nuevos empleos en
la
En medio de ef.te torbellino hizo su aparición un hombre joven y
dad secreta y organizaron la guerrilla urbana. Lanzaron amenazas y
bril aparecía misteriosamente dañado, todo sospechoso de sabotaje
me<.lio <.le vida de los tejedores acabó de un modo abrupto. El poder
Ln hllhilidad de las múquinas para desplazar el empleo humano
tra las máquinas la mayor parte de la violencia, en ese mismo año se
produjeron una serie de acciones sangrientas. El gobierno tory puso
tolerancia para con los luditas y el movimiento se disolvió
con el encarcelamiento y el ahorcamiento de miembros prominentes
nado su modo de vida. A los tejedores no les servía de consuelo que
pleo, digamos que a comienzos del siglo xx, alrededor de un tercio
cola. Hoy, esa proporción ha caído a cerca del tres por ciento. 19 De
poco les habría servido a los granjeros de cien años atrás saber que
Aunque fracasaron en la creación de un movimiento sostenido y
viable, los luditas se mantuvieron como un símbolo poderoso, dado
máquinas siguieron desplazando a los trabajadores. Como
leyenda, levisión antes que contratar músicos vivos, el sindicato de músicos no Nosotros dijimos que la nueva tecnología se sintió ciertamente feliz. de música por ordenador era beneficiosa para los músicos porque ha- empresas que antes música. Por ejemplo, las excitante la más cía habían utilizado música orquestal pregrabada (porque la limitación de presupuesto de esos filmes no permitía contratar to
rompió accidentalmente dos máquinas de una fábrica textil a causa
testaban: «¿Quién? El general Ned Ludd, por supuesto.» Aunque
En 1812, los tejedores, desesperados, constituyeron una socie-
de la población de Estados Unidos se dedicaba a la producción agrí-
rar y vender las nuevas máquinas. No había programas gubernamen-
uno de los tantos ejemplos del efecto de la automatización en el em-
de su torpeza. A partir de ese momento, cada vez que un equipo fa-
exigencias a los propietarios fabriles, muchos de los cuales accedie-
ron a lo que se les pedía. Cuando se les preguntaba por su líder, con-
en un principio los luditas, como dio en llamarseles, dirigieron con-
se crearan lluevoS y mús lucrativos empleos para diseñar, manufactu-
económico pasó de las familias tejedoras a los propietarios de las má-
no era un ejercicio intelectual para los luditas. Habían visto trastor-
tales para reconvertir a los tejedores en diseñadores industriales.
mentecato de nombre Ned Ludd, quien, como quiere la
compensados industria electrónica, o que sus descendientes
finalmente serían se convertirían en diseñadores de software en el Silicon Valley.
decía: «Ha sido Ned Ludd.» perdidos empleasen una f~tura
qumas. a su fin dclll1isl11o. 'S que las empleos sus 250