Page 266 - Dune
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Señaló algo a su izquierda, y ella miró a lo largo de su brazo y vio que se
encontraban al borde de un acantilado que dominaba una porción de desierto parecido
a un mar estático unos doscientos metros más abajo. Yacía debajo de ellos, con
plateadas olas inmóviles a la luz de la luna… angulosas formas que se difuminaban
en curvas y que, en la distancia, se fundían en el grisor confuso y opaco de otra
escarpadura.
—El desierto abierto —dijo ella.
—Necesitaremos mucho tiempo para atravesarlo —dijo Paul, y su voz sonó
sofocada por el filtro que cubría su rostro.
Jessica miró a derecha e izquierda… nada más que arena.
Paul observó fijamente las dunas, siguiendo el movimiento de las sombras al
ritmo del paso de la luna.
—Unos tres o cuatro kilómetros hasta el otro lado —dijo.
—Los gusanos —dijo ella.
—Seguro que habrá.
Jessica se concentró en su cansancio, en sus doloridos músculos que disminuían
sus sentidos.
—¿No sería mejor que nos quedáramos aquí y comiéramos algo?
Paul se quitó la mochila, se sentó y se apoyó en ella. Jessica se apoyó en su
hombro con una mano para sostenerse y se dejó caer en la roca que había a su lado.
Oyó a Paul volverse y buscar algo en la mochila.
—Aquí —dijo él.
Ella sintió que sus resecas manos depositaban dos cápsulas energéticas en su
palma.
Las tragó, bebiendo un sorbo de agua que aspiró del tubo de su destiltraje.
—Bebe toda tu agua —dijo Paul—. Axioma: el mejor lugar para conservar tu
agua es en tu cuerpo. Mantiene tu energía. Te hace fuerte. Ten confianza en tu
destiltraje.
Ella obedeció, vaciando sus bolsillos de recuperación y sintiendo que la energía
volvía a su cuerpo. Saboreó aquel momento de calma y descanso, y recordó las
palabras que Gurney Halleck, el trovador guerrero, había dicho en una ocasión: «Es
mejor una austera comida y un poco de calma que toda una casa llena de luchas y de
suspicacias».
Jessica repitió las palabras a Paul.
—Es propio de Gurney —dijo él.
Ella captó el tono de su voz, como si estuviera hablando de alguien ya muerto, y
pensó: Es probable que el pobre Gurney esté ya muerto. Todas las fuerzas de los
Atreides estaban muertas o cautivas o perdidas como ellos en aquel mundo reseco.
—Gurney tenía siempre la frase apropiada —dijo Paul—. Es como si le oyera
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