Page 271 - Dune
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ante Jessica, se acuclilló y comenzó a desmontar el paracompás, utilizando la punta
           de su cuchillo. La cara superior del paracompás se abrió. Se quitó la faja, colocó las
           piezas  del  compás  en  ella,  sacó  la  pila  de  energía.  Después  sacó  el  dial  del

           mecanismo, dejando un compartimiento vacío en el instrumento.
               —Necesitarás agua —dijo Jessica.
               Paul tomó el extremo del tubo de su cuello, aspiró una bocanada y la escupió en

           el compartimiento vaciado.
               Si no lo consigue será agua malgastada, pensó Jessica. Pero de todos modos no
           tendrá importancia.

               Con ayuda de su cuchillo, Paul abrió la pila de energía, esparciendo sus cristales
           en el agua. Espumearon ligeramente, y luego se aquietaron.
               Los ojos de Jessica captaron un movimiento sobre ellos. Miró hacia arriba y vio

           una hilera de halcones perchados en lo alto de la fisura. Miraban fijamente al agua.
               ¡Gran Madre!, pensó. ¡Pueden sentir el agua hasta a esa distancia!

               Paul había vuelto a colocar la tapa del paracompás, quitando el botón de reglaje
           para dejar una pequeña salida al líquido. Aferrando con una mano el instrumento así
           transformado,  y  con  la  otra  un  puñado  de  especia,  Paul  ascendió  hasta  la  fisura,
           estudiando  la  pendiente.  Su  ropa,  sin  el  cinturón,  flotaba  a  su  alrededor.  Avanzó

           hundiendo sus pies en la pendiente, provocando pequeños riachuelos de arena.
               En  un  determinado  momento  se  detuvo,  metió  una  pizca  de  especia  en  el

           paracompás y sacudió la caja del instrumento.
               Una espuma verde rebulló surgiendo por el orificio del botón de reglaje. Paul la
           hizo  caer  sobre  la  pendiente,  trazando  un  pequeño  dique  que  consolidó
           inmediatamente, añadiéndole arena y derramando después más espuma.

               Jessica avanzó desde su posición en la parte baja de la pendiente y preguntó:
               —¿Puedo ayudarte?

               —Ven aquí y excava —dijo él—. Faltan aún tres metros. No sé si conseguiremos
           llegar. —Mientras hablaba, la espuma dejó de surgir del instrumento—. Apresúrate
           —dijo—. No sé por cuánto tiempo aguantará la arena.
               Jessica se reunió con él mientras Paul echaba una nueva cantidad de especia en el

           aparato, agitando el paracompás. La espuma volvió a surgir.
               Mientras  Paul  seguía  consolidando  la  barrera,  Jessica  excavó  con  las  manos,

           echando la arena por la pendiente.
               —¿Cuánto falta? —jadeó.
               —Alrededor de tres metros —dijo él—. Y sólo puedo calcular aproximadamente

           la posición. Quizá tendremos que ensanchar el pozo. —Dio un paso hacia un lado,
           resbalando en la blanda arena—. Excava oblicuamente de través, no hacia abajo.
               Jessica obedeció.

               Lentamente, el pozo se hizo más profundo, alcanzando el nivel de la depresión




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