Page 59 - Escritos sobre ocultismo y masonería
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Por  eso  la  idea  que  tengo  de  mí  es  una  idea  que  a  muchos  parecerá
                equivocada. De cierto modo es equivocada. Pero yo me sueño a mí mismo y
                de  mí  escojo  lo  que  es  soñable,  componiéndome  y  recomponiéndome  de
                todas las maneras hasta estar bien ante lo que exijo de lo que soy y no soy. A

                veces el mejor modo de ver un objeto es anularlo; pero él subsiste, no sé
                explicar cómo, hecho de materia de negación y anulación; así hago a grandes
                espacios  reales  de  mi  ser  que,  suprimidos  en  mi  cuadro  de  mí,  me
                transfiguran hacia mi realidad.
                      ¿Cómo entonces no me engaño sobre mis íntimos procesos de ilusión
                de  mí?  Porque  el  proceso  que  saca  hacia  una  realidad  más  que  real  un
                aspecto del mundo o una figura de sueño, saca también hacia lo más que real
                una emoción o un pensamiento; lo despoja por lo tanto de todo pertrecho

                noble o puro cuando, lo que casi siempre sucede, no lo es. Nótese que mi
                objetividad es absoluta, la más absoluta de todas. Yo creo el objeto absoluto,
                con cualidades de absoluto en lo concreto. Yo no huí de la vida propiamente,
                en el sentido de buscar para mi alma una cama más suave, sólo cambié de
                vida y encontré en mis sueños la misma objetividad que encontraba en la
                vida. Mis sueños —en otra página estudio esto— se yerguen independientes
                de mi voluntad y muchas veces me chocan y me hieren. Muchas veces lo

                que  descubro  en  mí  me  desuela,  me  avergüenza  (tal  vez  por  un  resto  de
                humano en mí: ¿qué es la vergüenza?) y me asusta.




                      En  mí  el  devaneo  ininterrumpido  substituye  la  atención.  Pasé  a
                sobreponer a las cosas vistas, inclusive soñadamente vistas, otros sueños que
                conmigo traigo. Desatento ya suficientemente para hacer bien aquello a lo
                cual  llamé  ver  las  cosas  en  sueño,  aún  así  porque  esa  desatención  era
                motivada  por  un  perpetuo  devaneo  y  una,  también  no  exageradamente
                atenta, preocupación con el transcurso de mis sueños, sobreponiendo lo que
                sueño al sueño que veo e intersecciono la realidad ya despojada de la materia
                con un inmaterial absoluto.

                      De ahí la habilidad que adquirí en seguir varias ideas al mismo tiempo,
                observar las cosas y al mismo tiempo soñar asuntos muy diversos, estar al
                mismo  tiempo  soñando  un  poniente  real  sobre  el  Tajo  real  y  una  mañana
                soñada sobre un Pacífico interior; y las dos cosas soñadas se intercalan una
                en la otra, sin mezclarse, sin propiamente confundir más de lo que el estado
                emotivo diverso que cada uno provoca, y soy como alguien que viese pasar
                en la calle mucha gente y simultáneamente sintiese desde adentro las almas
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