Page 57 - Escritos sobre ocultismo y masonería
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En mí lo que hay de primordial es el hábito y el modo de soñar. Las
                circunstancias de mi vida, desde niño solo y tranquilo, otras fuerzas tal vez,
                moldeándome, de lejos, por herencias oscuras a su siniestro corte, hicieron
                de mi espíritu una constante cadena de devaneos. Todo lo que yo soy está en

                esto, e inclusive aquello que en mí más lejos parece de destacar lo soñador,
                pertenece sin escrúpulo al alma de quien sólo sueña, elevada ella a su mayor
                grado.
                      Quiero, para mi propio gusto analizarme, ir, en la medida en que eso me
                facilite, ir poniendo en palabras los procesos mentales que en mí son uno
                solo, ese, el de una vida devota al sueño, de un alma educada sólo en soñar.
                      Viéndome  desde  fuera,  como  casi  siempre  me  veo,  yo  soy  un  inepto
                para la acción, perturbado al tener que dar pasos y hacer gestos, inhábil para

                hablar con los otros, sin lucidez interior para entretenerme con lo que me
                cause  esfuerzo  al  espíritu,  ni  secuencia  física  para  aplicarme  a  cualquier
                mero mecanismo de entretenimiento trabajando.
                      Eso es natural que yo sea. El soñador se entiende que sea así. Toda la
                realidad me perturba. El habla de los otros me lanza en una angustia enorme.
                La realidad de las otras almas me sorprende constantemente. La vasta red de
                inconsciencias  que  es  toda  la  acción  que  yo  veo  me  parece  una  ilusión

                absurda, sin coherencia plausible, nada.
                      Pero si se juzgare que desconozco los trámites de la psicología ajena,
                que yerro la percepción nítida de los motivos y de los íntimos pensamientos
                de los otros, habrá equívocos sobre lo que soy.
                      Porque  yo  no  sólo  soy  un  soñador  sino  que  soy  un  soñador
                exclusivamente. El hábito único de soñar me dio una extraordinaria nitidez
                de visión interior. No sólo veo con espantoso y a veces repugnante relieve
                las figuras y los décors de mis sueños, sino que con igual relieve veo mis

                ideas  abstractas,  mis  sentimientos  humanos  —lo  que  de  ellos  me  resta—,
                mis secretos impulsos, mis actitudes psíquicas ante mí mismo. Afirmo que
                mis propias ideas abstractas, yo las veo en mí, yo con una interior visión real
                las veo en un espacio interno. Y así sus meandros me son visibles en sus
                mínimos.
                      Por  eso,  me  conozco  completamente  y,  a  través  de  conocerme
                completamente,  conozco  completamente  la  humanidad  toda.  No  hay  bajo

                impulso, como no hay noble objetivo, que no haya sido relámpago en mi
                alma; y yo sé con qué gestos cada uno se muestra. Bajo las máscaras que las
                malas ideas usan, de buenas o indiferentes, inclusive dentro de nosotros, yo
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