Page 63 - Cuentos para el científico que llevas dentro

La vocación de salvar vidas
Un día por la mañana en la visita de rutina que le hacíamos al abuelo, lo encontré sentado a los pies de su cama, se veía entusiasmado. Resultó que esa misma mañana, Don Cuprum había regresado. Lo visitó anunciando la buena nueva de haber encontrado “el negocio” y el abuelo sería el socio perfecto.
—Viene muy cambiado —me dijo, y al oírlo noté palabras llenas de esperanza que le impregnaban de nuevas fuerzas la voz. –Si no lo conociera, podría decir que no tiene nada que ver con el multioficios que tú y yo conocemos, pero su esencia es exactamente la misma —añadió.
Resulta que Don Cuprum ahora simpatiza con dos inversionistas que comparten su nuevo interés: el salvar vidas. Una de ellos resultó ser una señorita muy exigente, le dicen Diimina y siempre se hace acompañar de unos guaruras a quienes tardó mucho en encontrar y que son los que le ayudan en sus labores, (a cada rato los despedía y contrataba otros) entre ellos los conocen como sustituyentes. Es una mujer que tiene el Don de saber lo que el cliente quiere y es quien prepara el terreno para facilitar las negociaciones, siempre encuentra la forma de concretar los acuerdos con beneficio para todas las partes. Por otro lado, un señor bonachón, pero de carácter fuerte de quien no conozco el nombre, solo sé que le dicen “el donador”, como el sobrenombre lo dice, es quién pone el capital semilla para que el negocio “arranque” y cuando prospera, recupera su inversión. A grandes rasgos ellos pagarán a mi abuelo por los insumos mientras que Don Cuprum fungirá como mediador. La compañía que han formado juntos lleva el nombre de “Compuestos metálicos de coordinación”.
—El proyecto es prometedor y seré el proveedor de la materia prima, los pormenores no se pueden dar aún pero el éxito está más que asegurado. Nadie de nosotros pudo decirle que no, las decisiones absolutas siempre fueron su fuerte y, aquí entre nos, toda la familia las extrañábamos.
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