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Un tumor peligroso, triple negativo, pero Dios me hizo favor de enviar los medios para que fuera detectado y atendido a tiempo. Un tamaño su cientemente pequeño para solo requerir una mastec- tomía parcial y sin afectaciones a ganglios o a otras áreas.
¿Doce quimioterapias? ¿seis meses para acabar? ...no¡ tenía muchas responsabilidades y muchos proyectos por realizar.
Doctora, algo rápido, aunque sea difícil; Dios me acompaña...
Puedo hacerlo más rápido”.
(noviembre de 2015)
En diciembre me operaron para colocarme un catéter, y una semana después, empezaron mis ocho quimioterapias, cada quince días. Me acortaron el tiempo y la cantidad de sesiones, incremen- tando la dosis. Presentía tres meses difíciles, pero nunca sospeche qué tanto.
Las primeras dos sesiones fueron sencillas. Dolor, náuseas, agotamiento, pero bastante tolera- bles. Mi familia, mis responsabilidades en el trabajo, mis amigos y todo lo que me rodeaba me ayudó en ese momento a superar esas primeras semanas de tratamiento.
Pero llegó el primer momento de la verdad. En un viaje familiar de n de año, comenzó el cam- bio físico que me hizo recordar que no todo era tan normal como quería convencerme a mí misma. Más allá de la vanidad afectada por la pérdida del cabello y la sensación amarga con sabor a cobre en la boca, en ese momento llegó otra vez a mí la consciencia de mi realidad. ¡Estaba en una lucha por mi vida! La pérdida de cabello es un símbolo importante para quienes vivimos el cáncer; nos hace conscientes de que ya somos parte de ese grupo unido por la lucha.
La tercera y cuarta sesiones de quimioterapia me dejaron muy lastimada. No era solo lo físico, era el desgaste mental que sufren todos los que pasan por este proceso de lucha contra el cáncer. La sensación de debilidad y de ansiedad nos hace muy vulnerables, nos llena de angustia. Aquí em- piezan las noches de insomnio, los momentos de soledad donde no se puede contener un llanto si- lencioso; los momentos donde no es su ciente el abrazo de la familia y de aquellos que te rodean: te sientes solo, perdido, olvidado. Pero es en este momento donde también a oran con fuerza tus ga- nas de luchar. Sigues adelante con las actividades del trabajo, con tus proyectos personales o con aquello que te hace sentir que la vida continúa y tú puedes seguir siendo parte de ella.
Mi doctora decidió bajar un poco la dosis de mis quimioterapias para ayudarme a seguir adelan- te. Aun así, no puedo decir que la situación mejoró mucho. Las últimas cuatro dosis de quimioterapia son agresivas y eso aunado a un cuerpo desgastado, donde la fuerza de las piernas nos abandona, el dolor de articulaciones y huesos es constante, la piel cambia, las cejas y pestañas desaparecen y uno trata de seguir aparentando que las fuerzas son su cientes para la lucha.
Fe, prevención y acción | Por Beatriz Palacios 4