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La danza de la inconsciencia



           Ceniza. Incienso derretido en suaves líneas de humo y
           aroma.

           Cigarros  consumidos  uno  tras  otro,  llenando  el  plato
           de bocanadas de aire y hedor.

           Alcohol que ahoga todo, café, como esos labios que
           dejan huella en el vaso. Adormeciendo los sentidos y
           nublando las sensaciones. Apenas rozando los pétalos
           de los lirios que danzan al capricho del viento. Mon-
           tañas que emergen, otras que caen, otras que nacen,
           otras que van muriendo lento. Árboles retorcidos, brujas
           que  se  columpian  en  sus  ramas,  rosas  sin  espinas,
           nietos que se arrullan en brazos desconocidos, orquí-
           deas, tulipanes, margaritas, todas las flores del mundo
           flotan  y  forman  círculos  alrededor  de  una  vela  que
           pide prestado fuego al reflejo que deja el sol en la
           luna.

           Duermevela,  conciencia  y  nauseabundo  se  abrazan  y
           se  funden  en  un  solo  ser.  Compartiendo  sus  senti-
           mientos y sus demonios, sus alegrías y sus caprichos,
           envidia conoció a pereza, ira a lujuria, la gula a la
           avaricia y la soberbia los conoce a todos de tiempo
           atrás. No hacen falta más explicaciones. No hace falta
           presentaciones. No hace falta nada, todo está dispuesto
           a la mesa, todo es para todos, aquí nadie se queda
           sin comer ni bailar.

           Ceniza.  Incienso  derretido  en  formas  caprichosas  y
           nubes rojas.

           Cigarros  consumidos  uno  tras  otro,  desvaneciéndose
           lentamente, ahogados en su propio ardor.
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