Page 14 - Periodico Escolar 43 Colegio de Educación Especial Nuestra Señora del Carmen - ASPRONTE
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Colegio de Educación Especial “Nuestra Señora del Carmen”  - ASPRONTE                         Nuestra Voz nº 43



              En estas últimas, la palabra “deberías” pasa a ser habitual en múltiples interacciones sociales hasta ser
              interiorizada por la persona en forma de pensamientos y emociones.

              Frecuentemente, incluso son los propios padres quiénes acaban sumergiéndose en un estado de culpa
              e  impotencia  que  limita  su  capacidad  de  ejercer  sus  funciones  parentales  con  una  apropiada
              percepción de autoeficacia. En otras, desplazamos la responsabilidad o manifestamos enfado sobre otros
              con  el  fin  de  proteger  nuestra  autoestima  y/o  auto-concepto,  constituyendo  éste,  por  otro  lado,  un
              comportamiento muy humano cuando nos sentimos juzgados o atacados.
              Los  profesionales  que  trabajamos  con  familias,  especialmente  con  padres  y  niños  o  adolescentes,
              conocemos  la  importancia  de  prestar  atención  a  los  pensamientos,  sentimientos  y  emociones  que
              experimentan  tanto  progenitores  como  hijos  ante  las  dificultades  personales,  y/o  otros  sucesos
              estresantes que interfieren en la evolución positiva del sistema familiar en su conjunto. De hecho, ¡son
              ellos quienes más suelen sufrir las dificultades de adaptación a los diferentes contextos sociales! Por ello,
              la  escucha  activa,  la  comprensión,  la  empatía  y  el  acompañamiento  son  funciones  elementales  de  la
              relación terapéutica.



              Las emociones negativas también son útiles

              Como  profesionales  conocemos  el  poder  de  emociones  como  la  culpa,  la  vergüenza  o  el  miedo.
              Habitualmente son percibidas de forma negativa debido a que generan bastante malestar y/o sufrimiento.
              Sin embargo, todas las emociones, tanto las calificadas positivas como las negativas, son esenciales para
              la adaptación social y el ajuste personal. De tal forma, la culpa y la vergüenza tienen una función de
              autorregulación personal y social que nos permiten aprender, corregir errores, empatizar y, en general,
              dirigir nuestros esfuerzos a actuar en consonancia con unos valores personales y sociales.

              Especialmente  la  culpa  está  intrínsecamente  unida  al  desarrollo  moral  del  individuo  y  de  ahí  su
              valor  adaptativo.  Sin  embargo,  cuando  la  culpa  no  es  adaptativa  interfiere  en  la  autorregulación  y
              desarrollo  personal  y  social.  Nos  sumerge  en  una  espiral  de  rumiaciones,  desvalorización,  ansiedad,
              depresión, desesperanza... Nos impide aprender y avanzar.

              Del  mismo  modo,  el  miedo  o  la  ansiedad  tienen  una  función  protectora  importante  porque  nos
              permite prestar atención al peligro y a reaccionar al mismo. Sin embargo, cuando ésta se convierte en
              desadaptativa interfiere en el afrontamiento adecuado ante las amenazas, los desafíos, las crisis... En tal
              caso, percibimos estas situaciones como desbordantes de nuestros recursos personales.





















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