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por viles e inmundos que fuesen. Otras naciones hubo, como son los chiri-
huanas y los del cabo de Passau (que de septentrión a mediodía son estas
dos provincias los términos del Perú), que no tuvieron ni tienen inclinación
de adorar cosa alguna baja ni alta, ni por el interés ni por miedo, sino que
en todo vivían y viven hoy como bestias y peores, porque no llegó a ellos
la doctrina y enseñanza de los Reyes Incas.
CAPITULO XI
MANERAS DE SACRIFICIOS QUE HACIAN
e
ONFORME A la vileza y bajeza de sus dioses eran también la crueldad y
barbaridad de los sacrificios de aquella antigua idolatría, pues sin las
demás cosas comunes, como animales y mieses, sacrificaban hombres y mu-
je, ~s de todas edades, de los que cautivaban en las guerras que unos a otros
se hadan. Y en algunas naciones fue tan inhumana esta crueldad, que ex-
cedió a la de las fieras, porque llegó a no contentarse con sacrificar los
enemigos cautivos, sino sus propios hijos en tales o tales necesidades. La
manera de este sacrificio de hombres y mujeres, muchachos y niños, era que
vivos les abrían por los pechos y sacaban el corazón con los pulmones, y
con la sangre de ellos, antes que se enfriase, rociaban el ídolo que tal sacrificio
mandaba hacer, y luego, en los mismos pulmones y corazón, miraban sus
agüeros para ver si el sacrificio había sido acepto o no, y, que lo hubiese sido
o no, quemaban, en ofrenda para el ídolo, el corazón y los pulmones hasta
consumirlos, y comían al indio sacrificado con grandisimo gusto y sabor
y no menos fiesta y regocijo, aunque fuese su propio hijo.
El Padre Blas V al era, según que en muchas partes de sus papeles rotos
parece, llevaba la misma intención que nosotros en muchas cosas de las
que escribía, que era dividir los tiempos, las edades y las provincias para
que se entendieran mejor las costumbres que cada nación tenía, y así, en uno
de sus cuadernos destrozados dice lo que sigue, y habla de presente, porque
entre aquellas gentes se usa hoy aquella inhumanidad: "Los que viven en
los Antis comen carne humana, son más fieros que tigres, no tienen dios
ni ley, ni saben qué cosa es virtud; tampoco tienen ídolos ni semejanza de
ellos; adoran al demonio cuando se les representa en figura de algún animal
o de alguna serpiente y les habla. Si cautivan alguno en la guerra o de cual-
quiera otra suerte, sabiendo que es hombre plebeyo y bajo lo hacen cuartos
y se los dan a sus amigos y criados para que se los coman o los vendan en
la carnicería. Pero si es hombre noble, se juntan los más principales con sus
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