Page 112 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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106 EJERCITO DE ALEJANDRO
política común. Para dar efectividad a estos acuerdos, no había más remedio que
apoyarse en el juego de los partidos tal como funcionaba en casi todas las ciuda
des helénicas y en las disensiones y los pleitos particularistas de. vecindad de unas
ciudades con otras; nadie podría reprochar a la política macedónica que procurase
dar alas en todas partes a sus partidarios e hiciese lo posible por evitar que
empuñasen el timón los amigos reales o eventuales de los persas y los que labora
ban, abierta o solapadamente, contra la liga helénica. Otros de los medios\de
garantizar los acuerdos eran las guarniciones macedonias acantonadas en Acrocdv
rinto, la Cálcida, Eubea y la Cadmea; para respaldar estas fuerzas y no solamen
te, ni mucho menos, para infundir respeto a las tribus bárbaras del otro lado de!
Haimos y de Iliria, Alejandro dejó en Macedonia, al salir del país, una parte
considerable de su ejército, tal vez la mitad de las fuerzas estrictamente macedo
nias, que además iban robusteciéndose periódicamente con las reclutas anuales
y servían, al mismo tiempo, de base de extracción para el envío de nuevos contin
gentes de refresco al Asia.
E L E JÉ R C IT O DE ALEJAN D RO
Aún existía otra desventaja muy esencial. El poder naval de los macedonios
no estaba, ni mucho menos, a la altura del de los persas. El gran rey podía
poner en acción de inmediato, como luego se vió, 400 naves de guerra; su flota
era la de los fenicios y chipriotas, los mejores marineros del mundo antiguo; con
las islas de las costas occidentales del Asia Menor, que aunque autónomas desde
la paz de Antálcidas, se hallaban gobernadas por tiranos u oligarcas entregados al
gran rey, éste era, con sólo quererlo, dueño del mar Egeo. Si los estados de la liga
corintia hubiesen unido sus efectivos navales con los de Macedonia —sólo Atenas
tenía 350 naves en sus abrigos—, les habría sido fácil asegurarse el dominio de
este mar antes de que se pusiera en marcha la potencia marítima de los persas.
Sin embargo, la política macedonia no había considerado posible o aconsejable, ni
al fundarse la liga de Corinto ni al ser renovada esta federación, exigir de los
estados helénicos prestaciones marítimas de importancia. Es indudable que fueron
razones de orden político y no razones militares las que indujeron a Macedonia
a dar a la lucha contra el poder de los persas, aún en la primera etapa inicial
de la guerra, un carácter esencialmente terrestre.
Con sus fuerzas armadas de tierra, Alejandro debía sentirse seguro de su
éxito o, más exactamente -—y con esto entramos en el tercero de los problemas
previos que nos interesaba examinar—, debió calcular la fuerza del ejército de
tierra destinado a la expedición del Asia, su armamento, su organización y la pro
porción de las distintas armas, de tal modo que pudiera considerarse completa
mente seguro de la victoria.
Ya el rey Filipo había reorganizado las fuerzas armadas de Macedonia, ele
vando los efectivos de infantería a 30,000 hombres y a 4,000 los de caballería. Y
el propio Filipo había dado a su ejército su desarrollo característico y peculiar;