Page 117 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 117
EJERCITO DE ALEJANDRO 111
a la rígida disciplina que reinaba en las filas de este ejército, lo que, lejos de
mermar su eficacia, la acrecentaba.
No poseemos datos importantes acerca del orden de marcha de este ejército
ni acerca de la forma en que acampaba. En las grandes acciones, vemos que se
repite en lo esencial el mismo esquema de colocación de las tropas, que señala
remos aquí en sus puntos más característicos para evitar repeticiones en el curso
de nuestra exposición. El centro de la columna estaba formado por la infantería
pesada, turnándose por lo general las seis falanges en el orden de formación, cada
una de ellas al mando de su estratega. A la derecha de las falanges marchaban
las taxis de los hipaspistas y junto a éstas los ocho escuadrones de la caballería
macedónica, cuyo orden variaba, por regla general; las tropas ligeras del ala
derecha, las ilas de los sarissóforos y las de los peonios, al igual que los agríanos
y los arqueros empleábanse, según las circunstancias, como tiradores, para el
ataque inicial, para cubrir los flancos de la punta del ala, etc. Al ala izquierda
se unían ante todo, si no se los empleaba para otros fines, por ejemplo, para
cubrir el campamento, los tracios de Sitalces, que ocupaban aquí, como peltastas,
el puesto de los hipaspistas en el ala derecha; luego venían los contingentes helé
nicos de a caballo, en seguida la caballería tesaliense y, finalmente, las tropas
ligeras de este ala, los jinetes odrisios de Agatón, reforzados en los siguientes
años de la guerra por un segundo destacamento de arqueros. La línea de com
bate tenía su centro entre la tercera y la cuarta falange y desde él se calculaban
las dos “alas”, de las cuales la derecha, destinada por regla general al ataque,
se hallaba mandada por el rey, mientras que la izquierda estaba al mando de
Parmenión.
Dos son las principales características que pueden apreciarse en el ejército
de Alejandro.
En los ejércitos griegos, la caballería formaba siempre un contingente redu
cido; así, en las batallas de Epaminondas, la proporción entre la infantería y la
caballería era de 10 a 1. En el ejército de Alejandro, las fuerzas de caballería
aparecen casi duplicadas, en la proporción de 6 a 1. Ya en Queronea vimos
cómo Alejandro decidió una batalla ya casi perdida lanzándose contra el enemigo
a la cabeza de la masa de caballería del ala izquierda. Y para estar en condiciones
de vencer a los ejércitos del gran rey, cuya fuerza principal eran los pueblos de
jinetes del Asia, reforzó precisamente esta arma, a la que asignó la verdadera fun
ción ofensiva; se trataba de asestar el golpe al enemigo en lo que constituía pre
cisamente su gran fuerza.
Un dato que merece ser tenido en cuenta es que ni los griegos ni los mace
donios conocían el estribo para montar ni la herradura; como no los conocían
tampoco, evidentemente, los pueblos de jinetes del Asia, pues de otro modo
habrían tenido, en este punto, una superioridad indiscutible sobre sus contrin
cantes. Cuando leemos los relatos de las inmensas penalidades, las largas marchas
de los días de invierno sobre el hielo de los caminos y senderos de las montañas
que Alejandro hizo sufrir, en las campañas posteriores, a las bestias de su caba-