Page 75 - El judío internacional
P. 75
prestaremos nuestra ayuda" (Protocolo 3º). Como se ve, aparece nuevamente la "magnanimidad".
Recuérdese también en esta combinación de ideas, aquellas palabras de sir Eustace Percy, que
muchos judíos hacen suyas: "No porque se preocupe el judío del lado positivo de los principios
radicales, no porque quiera participar en un nacionalismo o democracia no-judíos, sino porque
ningún gobierno no-judío le inspira otro sentimiento que odio".
El autor de El judío conquistador, expresa: "El judío es demócrata en sus sentimientos, mas no
según su naturaleza. Al proclamar la confraternidad universal, solo desea conseguir con ello que se
le abran las puertas sociales, ante él cerradas aun en muchos terrenos. No porque ansíe una
igualdad, sino por querer predominar en el mundo social, tal como lo hace ya en otras esferas. Es
indudable que muchos judíos honestos niegan esta diferencia; pero solo lo harán porque
personalmente vivieron tanto tiempo dentro de la atmósfera occidental, que perdieron el instinto de
lo que se prepara en el fondo de sus hermanos de raza orientales".
Por lo tanto, no es muy difícil comprender el desarrollo de las ideas hebreas del liberalismo, desde
su origen hasta sus últimas manifestaciones en la existencia de los pueblos no-judíos. El desorden
anhelado es evidente. El desorden es lo que caracteriza hoy en día a todas las manifestaciones de
la vida de los no-judíos. No saben ya a que atenerse, ni en que creer. Se les presenta primero una
serie de hechos y luego otra, primero una explicación, una segunda después. Circulan innumerables
explicaciones que nada explican sino que únicamente enredan y enturbian las cuestiones. Los
gobiernos parecen encadenados, y cuando intentan aclarar los asuntos, se ven inmediatamente
atenazados por ocultas resistencias. Esta situación de los gobiernos ha sido también prevista en los
Protocolos.
Se unen a todo esto los ataques contra la natural sed humana de religión. También tendrá que caer
esta última barrera, antes de que la violencia y el latrocinio puedan desplegarse libre y
descaradamente. Dice el cuarto Protocolo, para ir preparando esta situación deseada: "Por esta
razón nosotros deberemos socavar la fe de los infieles, eliminando de su corazón hasta las
fundamentales ideas de Dios y del alma, que reemplazaremos con cálculos matemáticos y
pensamientos materialistas. Cuando noso ros privábamos a las masas de su fe en Dios, la autoridad t
quedo enlodada, y al quedar transformada en propiedad pública, fuimos nosotros los que nos
apoderamos de ella" (Protocolos 5º).
“Hace mucho tiempo ya que nosotros desacredi tamos al clero de los infieles” (Protocolo 17)
"Cuando seamos los amos, declararemos falsa toda religión que no sea la nuestra, que proclama a
un Dios, con el que va unido el destino de nuestro pueblo por ser su predilecto, y por el cual queda
enlazado nuestro destino con el del mundo. Por tal razón deberemos aniquilar a las demás
religiones. Si por dicha acción apareciera en forma pasajera el ateísmo, esto no perturbaría a la
larga, nuestros objetivos". (Protocolos 14). ¿Será esto suficiente motivo de seria reflexión para los
"magnánimos"?
Notable es la consecuencia de que este programa religioso realizóse prácticamente en Rusia, donde
Trotzky (tal como lo publicara clamorosamente la prensa judaizada yanqui) pasa por a-religioso, y
donde comisarios hebreos, respondiendo a rusos moribundos, que suplican asistencia espiritual,
dicen: "Al Todopoderoso le destronamos". Miss Catalina Dokoochiew declaro en el Comité de
Socorro para los judíos orientales, que las iglesias cristianas fueron horrorosamente profanadas por
los bolcheviques, pero que "las sinagogas permanecieron intactas y no se les causa daño alguno".
Todas estas formas de ataque, cuyo fin tiende a la destrucción de los centros naturales de la
existencia intelectual de los no-judíos, y a su reemplazo por otros centros de índole malsana y
destructora, son eficazmente secundadas con la propaganda del lujo, una de las más enervantes
influencias que existen. Empieza por la comodidad y, pasando por la relajación y el afeminamiento,
75