Page 83 - El judío internacional
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Quien conozca algo de la vida actual de los judíos sabe muy bien lo que significan tales denuncias
por apostasía. La dureza de las persecuciones a que se expone un israelita convertido al
cristianismo, o el hijo o la hija de una familia ortodoxa que contraiga matrimonio con un no judío,
no tiene comparación posible dentro del resto de la humanidad. En fecha reciente, una joven judía,
que habita uno de nuestros Estados del Oeste, contrajo enlace con un editor periodista de sangre
no-judía. Apenas comunico su intención se la considero apostata. De haber muerto de la muerte
más infamante, de haberse dado a la profesión más deshonrosa, no hubiesen podido exteriorizarse
los sentimientos por su decisión, en más denigrante forma de la que en este caso ocurrió.
Celebráronse por ella unas lúgubres exequias, y el día de sus bodas se la considero muerta para su
pueblo.
Nada tiene este caso de excepcional, pudiendo verse una de las más impresionantes descripciones
en la vida del gran filósofo hebreo Spinoza, a quien los judíos modernos desearían de buena gana
proclamar como la flor y nata de su pueblo. Sus estudios le llevaron a dudar de muchos de los
dogmas rabínicos, de aquellos “preceptos humanos” citados en los Evangelios. Como Spinoza gozo
de gran fama entre judíos y no-judíos, se intento contra él el medio tan común del soborno.
Deberían sentirse escrúpulos al emplear la frase de “el medio del soborno tan común entre los
judíos”, si no respondiera estrictamente a la verdad. No es nuestra intención difamar por malicia,
pero la Historia de los hebreos, escrita por hebreos, brinda una masa probatoria de que el soborno
constituye el arma predilecta y más usual de los judíos, y lo que ahora se va conociendo al respecto
prueba que todo sigue siendo igual. Un publicista israelita, Jacobo Israel de Haan, abogado
holandés, hizo constar poco ha, que la debilidad de la prensa árabe hacia el soborno ofrecía
fundadas esperanzas de que la agitación indígena contra los hebreos de la Palestina pronto cesaría.
Dice el citado autor: “Existe entre los árabes indígenas vivísima agitación contra los que ellos
denominan el peligro sionista. Pero los árabes, y en especial los diarios indígenas, se muestran muy
accesibles al soborno. Por esta debilidad a la larga perderán la lucha contra nosotros”.
Así, ofreciósele también al joven Spinoza la suma de mil florines anuales si ocultaba sus
convicciones, asistiendo de vez en cuando al culto en la sinagoga. Spinoza rechazo aquello
indignado, decidiendo ganarse la vida pulimentando lentes para instrumentos ópticos. Se le
excomulgo a raíz de esto. Se nos refiere en la siguiente forma el ceremonial de este procedimiento:
“Llego por fin el día de la excomunión, reuniéndose enorme multitud para presenciar el lúgubre
acto. Comenzó el mismo encendiéndose silenciosa y ceremoniosamente una serie de cirios negros,
y abriéndose el área sacra que guarda los libros de la Ley mosaica. Avivóse en esta forma la
fantasía de los creyentes, para mayor horror de la escena. El gran rabino, otrora amigo y preceptor,
ahora el más cruel enemigo del reo, tuvo que ejecutar sentencia. Permaneció en pie conmovido por
el dolor, pero inflexible. El pueblo lo observaba con gran expectación. Desde lo alto, con
melancólica voz, entonaba el cantor las palabras de execración, en tanto que desde otro lado se
mezclaban con estas maldiciones los penetrantes sones de una trompeta. Y se inclinaban los cirios
negros cayendo el esperma derretido, gota a gota, en un gran recipiente lleno de sangre”. (Lewes:
Historia biográfica de la Filosofía). Pronuncióse esta formula execratoria:
“Por resolución de los ángeles y los santos, te excomulgamos, Baruch de Spinoza, te maldecimos y
te desterramos, con la aprobación de los Ancianos y de esta Sacra Comunidad, ante los Libros
Sagrados; por los 613 preceptos en ellos escritos, por el anatema con que maldijo Josué a Jericó,
con la maldición pronunciada por Elisa sobre los párvulos, y por todas las excomuniones escritas en
los libros. Execrado seas de día, y también de noche. Execrado seas despierto y también en
sueños; execrado al entrar, y execrado al salir. Que no te perdone el Señor. Se enciendan en
adelante el furor y la ira divina contra este hombre y le impongan todas las maldiciones escritas en
los libros de la Ley. Borre el señor su nombre debajo del Sol, y le destierre por su delito de todas
las tribus de Israel con todas las maldiciones escritas en los libros de la Ley. Y ordenamos nosotros
que nadie le preste favor alguno, ni viva con el bajo un mismo techo, ni se le aproxime a menos de
cuatro codos, ni que lea ningún escrito por el redactado”. (Pollock: Vida de Spinoza).
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