Page 85 - El judío internacional
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empero, no impidió que los jefes se enriquecieran. Dichos kahales o soviets existían en Roma, en
                  Francia, Holanda, Alemania, Austria, Rusia, Dinamarca, Italia, Rumania, Turquía e Inglaterra. En los
                  Estados Unidos desarrollóse este sistema en conexión con la sinagoga y otras organizaciones
                  secretas nacionales e internacionales.

                  Representa el kahal la forma tradicional de la constitución política judía durante la diáspora de los
                  hebreos. Se manifiesta su carácter internacional en las autoridades más elevadas, y que se
                  aplicaron a medida que los judíos se dispersaban por el mundo. Cita la Enciclopedia judía al
                  “Consejo de tres tierras”, “Consejo de cuatro tierras”, “Consejo de cinco tierras” que en tiempos
                  pretéritos formaban un lazo internacional. Pero se hace muy difícil averiguar en todos estos relatos,
                  lo que de todo ello vale actualmente. El ultimo Congreso sionista, efectuado en Londres, donde, sin
                  duda se arreglaron muchos asuntos relativos a los judíos residentes en el mundo entero (si bien
                  esto no se dijo jamás públicamente), podría perfectamente llamarse el “Consejo de 35 tierras”,
                  puesto  que concurrieron delegados de las mas lejanas comarcas, tales como Laponia, África del
                  Sur, Persia y Nueva Zelanda. El objeto de congregar a las autoridades judías universales fue el de
                  unificar al pueblo hebreo, y relatos sobre congresos similares existen de todos los siglos pasados.

                  El soviet ruso no es, entonces, nada nuevo. Representa, simplemente, una forma de gobierno
                  brutalmente impuesta a la Rusia no-judía por los judíos rusos revolucionarios, en cuya forma
                  gubernativa el pueblo hebreo esta ya educado desde las primeras épocas de su contacto con la
                  humanidad. Una Rusia soviética hubiese sido completamente imposible, salvo que un 90 por ciento
                  de los comisarios fueron judíos. Otro tanto hubiera sucedido en Hungría, de no ser judío Bela-Kuhn,
                  “el príncipe rojo”, y con él, dieciocho de sus veinticuatro comisarios. Representan los judíos el único
                  pueblo perfectamente adiestrado en la instauración y administración de un kahal soviético.

                  Una noticia de la United Press de fecha 12 de agosto de 1920, caracteriza el parentesco interno del
                  sistema soviético con la estructura espiritual de los hebreos. Esta información hablando de las
                  ciudades y aldeas polacas ocupadas por el ejercito invasor rojo, dice: “Afirmase que las
                  comunidades locales hebreas forman ya administraciones soviéticas y comunistas”. Es
                  perfectamente natural, pero ello esta en flagrante contradicción con lo que se dice constantemente
                  en la gran prensa respecto a los sufrimientos que padecen los pobres hebreos bajo el régimen
                  soviético, y referente a su abominación de los rojos. Pero debe tener presente que la mayor parte
                  de lo que leemos en la llamada gran presa, es artimaña pura y simplemente judía contrastando
                  abiertamente con lo que nos vienen refiriendo testigos presenciales. Un miembro del “Comité de
                  Socorros” norteamericano refiere que dicho socorro se imposibilita a menudo en Polonia, porque los
                  propietarios de casas judíos, exigen alquileres exorbitantes para las necesarias oficinas y depósitos.
                  Otro miembro expresa que a pesar de haberse decuplicado las tarifas ferroviarias en los distritos
                  dominados del hambre, los trenes más lujosos y recargados con las más altas tarifas son utilizados
                  preferentemente por hebreos. De su viaje a través de Hungría, relata dicho caballero que “los
                  húngaros ya no tiene dinero, pero si los judíos”.

                  “Es que los judíos norteamericanos aborrecen a Trotzky y al sistema soviético”, se oye replicar a
                  veces. ¿Será cierto? En la página 9 de la revista norteamericana Mundo judío, de fecha 30 de julio
                  de 1920, se publica una carta con la firma de la señora Samuela Rush. Reza su epígrafe: “¿Nos
                  avergonzamos verdaderamente de Trotzky?”, y algunos párrafos entresacados de la misma,
                  expresan lo siguiente:

                  “Poco ha escuche quejas de editores hebreos, de que recaiga sobre el israelita la fama de radical.
                  Es cierto: muchos hebreos son radicales. Cierto es que algunos jefes de los radicales son judíos.
                  Pero antes de llorar sobre esta degeneración de la raza, reflexionemos un poco: Trotzky mismo nos
                  fue siempre presentado como una persona ilustrada con profundos estudios sobre finanzas
                  internacionales, como poderosos y autorizado jefe y pensador, que seguramente pasara a la
                  historia como uno de los grandes de nuestra nación... Muy pocos de entre nosotros dudan todavía







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