Page 86 - El judío internacional
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de que detrás de las tonterías que se vienen publicando acerca de Rusia esta la gran verdad de que
                  Rusia se halla en ese estado de desequilibrio que siempre acompaña una reconstitución. Detrás del
                  aparente desorden se oculta un plan, y de la catástrofe resurgirá el orden. No será un país de
                  utopía, pero un gobierno tan bueno como el de los idealistas indudablemente inteligentísimos, que
                  en la nueva Rusia van trabajando, puede formarlo con ayuda del material humano naturalmente
                  defectuosos de que disponen. Y es León Trotzky uno de los jefes. ¿Es que realmente debemos
                  avergonzarnos de Trotzky?”.

                  Es evidente que por lo menos la firmante no se avergüenza de Trotzky.

                  Debe también conocerse lo concerniente al juez Harry Fischer, de Chicago. Mientras el señor
                  Fischer percibió su sueldo del Estado por su cargo de juez, recorrió el mundo al servicio del Comité
                  Judío de Socorros... Luego de haberse marchado vario de rumbo, llegando finalmente a Rusia. En
                  varias entrevistas expresó que se le permitió entrar en Rusia con la condición de no ocuparse de
                  cuestiones políticas. Parece que no se le impuso tal condición al regresar a los Estados Unidos,
                  porque abiertamente actuó en nuestro país como propagandista de una política de relaciones
                  comerciales ilimitadas con el gobierno soviético ruso. Según el diario Tribune, de Chicago, dice en
                  resumen este juez: “Debemos abandonar a Rusia a sí misma, mas las relaciones comerciales con
                  los soviets tendríamos que reanudarlas. El gobierno comunista esta firmemente arraigado. Mientras
                  que solamente existen unos 700.000 miembros del partido comunista, los campesinos apoyan con
                  sus 100.000.000 de almas el régimen de Lenin”. Entre los proyectos soviéticos apoyados por los
                  casi cien millones de campesinos, se destaca, también el siguiente, de especial interés por el hecho
                  de que el juez Fischer también ostenta la investidura de magistrado moralista dentro del Juzgado
                  Moral de Chicago:

                  “Hace cierto tiempo se publicó la noticia de que las mujeres rusas habían sido declaradas propiedad
                  nacional. Esto no es verdad; pero la facilidad con que es posible contraer matrimonio y divorciarse,
                  favorece un cambio rapidísimo. Todo el que desea casarse, se presenta ante la autoridad
                  competente y asienta su nombre en el registro matrimonial. Es pues, muy grande el estimulo de
                  casarse. Cuando dos personas necesitan con urgencia alimentos y ropas, convienen a veces en
                  casarse durante un día. Vuelven juntas al siguiente a los registros civiles y esta vez sus nombres
                  simplemente se inscriben en los libros de divorcios. Eso es cuanto hace falta para casarse y
                  divorciarse. Y obtienen así una buena comida”.

                  El juez Harry Fischer, de vuelta del extranjero al servicio del Comité judío de Socorros, parece ser
                  que no es tampoco de los que se avergüenzan de Trotzky.

                  Máximo Pine, durante años secretario del comercio hebreo de Nueva York, estuvo también en la
                  Rusia soviética como “representante obrero”. Pudo también referir muchas aventuras de los
                  soviets, y entre otras la rara contradicción de que a los hebreos en Rusia, aun cuando no son
                  comunizantes, les va admirablemente bien.

                  Escuchamos, pues, a tres personas distintas, pertenecientes a muy diversas capas sociales, pero
                  cada una de ellas alienta una natural simpatía por el kahal, o sea el soviet, cierta admiración por
                  sus métodos, y una abierta benevolencia hacia sus jefes. Porque el comunismo es la forma más
                  perfecta de un despotismo absoluto, y precisamente aquellas costumbres matrimoniales están en
                  completo acuerdo con los Protocolos sionistas, en que se dice: “Destruiremos la influencia hogareña
                  y familiar entre los infieles”. Puede ponerse en duda que los kahals o soviets judíos-rusos consigan
                  o no la absoluta destrucción de la vida familiar rusa. La debilidad fundamental del sistema soviético
                  es idéntica a la de los Protocolos, o sea, una inaudita depravación moral, que como un cáncer va
                  creciendo, hasta que junto con el organismo que ataca, muere por fin ella misma.

                  Desde el punto de vista de los Protocolos sionistas, Rusia no representa aun el Estado judío, pero si







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