Page 316 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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El examen del novicio      305
          No deberá admitir novicio alguno, hasta que lo haya examinado o
       probado. Condición esencial de este examen es que escudriñe bien to-
       dos sus movimientos, hasta los de su respiración, estrechándolo con el
       fin de poder averiguar cuánta sea la sinceridad de su intención para
       seguirle. Se trata, en efecto, de un camino duro, en el cual no hay ma-
       nera de dar entrada a la blandura, porque la laxitud es únicamente
       para las gentes del vulgo que se satisfacen con lo estrictamente pre-
       ciso para merecer el nombre de simples fieles, es decir, cumplidores de
       los preceptos divinos, sin más. El que busque algo de más precio que
       esto, el que desee añadir algo al grado del vulgo, es forzoso que sa-
       boree las duras contrariedades que cuesta  el lograrlo. El que quiere
       ver la perla en su garganta, es preciso que soporte antes la oscuridad
       del mar en que se oculta y retenga  el aliento vital sin emitirlo, pues
       el que se sumerge en el mar, no tiene más remedio que abstenerse de
       respirar. Penetra bien  el sentido de lo que decimos. Nuestro maestro
       Abumedín (1) decía: "¿Qué hay de común entre el novicio y la laxi-
       tud? Dios ha dicho (Alcorán, XXIX, 69): "A los que combaten por
       nuestra causa, los hemos de dirigir por nuestros senderos." ¿Cómo
       es, pues, que se te hace difícil  el combate? Trata de buscar primero
       esos senderos y entonces será ocasión de recorrerlos. Esto es un viaje
       y el viaje siempre es un tormento. Has de ir pasando de tormento en
       tormento, sin descansar."
          Es también condición del maestro que no se siente a ejercer el ma-
       gisterio, sin que a ello haya sido autorizado por otro maestro o por
       Dios mismo que le haya impuesto tal misión en el secreto de su con-
       ciencia, obligándose él a cumplir  el encargo recibido de enseñar.
          Si al explicar una cuestión, se levanta un discípulo a contradecirle,
       debe interrumpir su explicación, pues los sufíes no hablan jamás [85]
       en presencia de quien les contradice. Y esto, porque sus ciencias no
       admiten contradicción, a causa de que ellas son herencia profética, y
       el Profeta, cuando le contradecían, exclamaba: "No se debe discutir
       con un profeta." Ello es así, porque las intuiciones divinas y las suti-

         (1)  Cfr. supra, parte primera,  II, pág. 60.
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