Page 368 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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El maestro espiritual y la iniciación ascética 357
Si conoces que alguien es enemigo de tu maestro, huye de él y no
lo trates ni frecuentes su compañía. En cambio, si ves a alguien que lo
ama y alaba, ámalo y atiende a sus necesidades. Si tu maestro repudia
a su esposa, no te cases con ella. Guárdate de penetrar en la celda
personal de tu maestro, ni pases la noche en ella o en cualquiera otra
habitación en que tu maestro duerma; pero duerme cerca de él, donde
no lo veas y puedas oírle si te llama.
No le pidas consejo sobre lo que hayas de hacer, pues con ello
contravendrías el principio fundamental de la disciplina a que te
obligaste, a saber: que no has de querer, sino lo que tu maestro
quiera. Si, pues, te viene la idea de hacer algo, deséchala de tu
alma y atente a lo que tu maestro te tiene prescrito y en ello tan
sólo estriba. Hay, en efecto, maestros de espíritu que, si les pides su
consejo para hacer una cosa que se te ocurre, te dicen: "Hazla", aun-
que ellos no quieran que la hagas. El estado místico que los maestros
poseen les otorga esa facultad. Y eso te tiene que perjudicar. En cam-
bio, si te dice: "No la hagas", su consejo te sería útil, pero al maestro
personalmente le sería dañoso para su alma, y la salud del alma del
maestro es para éste [228] preferible. Por eso, no te librarás de tales
daños, sino absteniéndote de pedirle consejo sobre las cosas que se te
ocurran hacer y desechando esas ocurrencias y dejando de realizarlas.
Tu tiempo ya está ocupado con las prácticas que tu maestro te ha pres-
crito. Las ideas de planes nuevos no se le ocurren más que al mal no-
vicio, al novicio vago y ocioso exterior e interiormente. No le discutas
tampoco los actos que él realiza ni le pidas que te explique por qué los
hace.
Sométete al magisterio y a la autoridad de cualquier hermano que
tu maestro te ponga de jefe. Doquiera te encuentres, no te asientes
sin hacerte a la idea de que tu maestro te está mirando, y guarda las
reglas de urbanidad [que tal convicción te inspire]. No camines nun-
ca delante de tu maestro, si no es durante la noche. No le mires fija-
mente, pues esa manera de mirar trae consigo mengua de vergüenza y
elimina del corazón el respeto. No reiteres tus visitas al maestro con
mucha frecuencia; antes bien, permanece siempre en la soledad de tu