Page 371 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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360         Parte ül.— Textos:  Tadbirat, 231, 232
          No hagas la oración litúrgica en un lugar en el que tengas que dar
        la espalda a tu maestro, si está presente, sino procura conciliar la ur-
        banidad que a él le debes con la que debes a Dios. No divulgues jamás
        una noticia, sin que tu maestro te lo mande. No estés presente cuando
        coma, duerma o haga cualquier cosa de las que tiene por costumbre,
        pues te será más provechoso, a no ser que él mismo te invite a ello es-
        pontáneamente. La forma de su invitación ha de ser tal, que no seas
        tú  el que te adelantes a ofrecerte a ello pidiéndole su consejo, como
        si por ejemplo le dices: "Señor, ¿me mandas que coma en tu compañía,
        o me mandas que duerma contigo en el mismo cuarto, o me retiro?"
        Porque yo me temo que  te responda: "Hazlo así: come conmigo o
        duerme conmigo" [231], y esto, a nuestro juicio, sería  el colmo del
        alejamiento de Dios, porque es invitar al novicio a la familiaridad y a
        perder el respeto y el temor reverencial, y cuando estas cualidades le
        faltan al novicio, es seguro que no logra el éxito de su empresa. Es,
        pues, indispensable que obre así, y quien dijere lo contrario, es por-
        que no se conoce a sí mismo.
          De esta manera debes habértelas, ¡oh novicio!, con tu maestro de
        espíritu, una vez que lo hayas encontrado. Y ahora voy a recomen-
        darte lo que debes practicar durante  el tiempo que emplees en bus-
        carlo.
          Lo primero de todo es la penitencia, que debe  ir acompañada de
        la reconciliación con los enemigos, el resarcimiento de las injusticias
        en la medida que te sea posible, el llanto de dolor por el tiempo per-
        dido ofendiendo a Dios y la convicción profunda de que, si de tus pe-
        cados estás cierto, en cambio que tu penitencia no sea acepta a los
        ojos de Dios siempre debes temerlo. No te sientes a orar, sin hacer pre-
        viamente la ablución completa, y cualquier mancha legal que contrai-
        gas limpíala, y después de purificado ritualmente, haz oración litúrgi-
        ca de dos inclinaciones profundas. Debes asimismo hacer fielmente en
        tu celda las cinco oraciones diarias de rito y las plegarias supereroga-
        torias de devoción.
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