Page 510 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La languidez, el deseo ardiente y la locura de amor 499
sea éste quienquiera, experimenta en sí mismo un reposo en su movi-
miento. Después quédase perplejo, sin saber por qué vuelve a experi-
mentar aquel movimiento mismo, siendo así que ha encontrado ya a
su amado. Su estupefacción aumenta, al ver que ese movimiento aún
es mayor y que va acompañado de temor en el momento mismo de la
unión con el amado. Pero acaba por advertir que ese temor no tiene
más motivo u objeto que la perspectiva de la separación, y que ese
nuevo movimiento de inclinación del deseo tiende sólo a que perdure
el estado de la unión; y por eso se excita más con el encuentro del
amado.
Esto le ocurre a quien ama algo distinto de su propia individuali-
dad y pone la individualidad real de su amado en algo exterior a sí
mismo. Si amase a Dios, no le ocurriría tal cosa. El que ama a Dios
no teme la separación. Porque ¿cómo podrá la cosa separarse de aquel
Ser al cual está necesariamente adherida y por cuya mano está sujeta
sin cesar?... Este Amado está más próximo del amante, que su vena
yugular. "No eres tú quien lanzas la flecha cuando la lanzas, pues quien
la lanza es Dios." (1). ¿Dónde, por tanto, cabe la separación, si en la
realidad sólo El existe? Y Dios mismo dice (2) : "Quien a mí se acer-
care un palmo, a él me acercaré yo una braza."
4.° La locura de amor.—Este fenómeno es propio de aquellos
cuyo amor es tan violento, que van errantes de aquí para allá, como
locos, sin rumbo ni orientación fija (3). Pero a quien mejor cuadra
el que ama
este calificativo es al que ama a Dios. Porque, en efecto,
a las criaturas, si yerra como loco sin rumbo, es por la turbación que le
inquieta y por la desesperación que siente de llegar a unirse con su
amado. En cambio, el que ama a Dios está cierto de la unión con su
Amado, porque sabe muy bien que Dios no puede ser concretado o li-
(1) Alcorán, VIII, 17.
(2) No es texto alcoránico, sino de tradición del Profeta. Tanto este texto
como las tres frases anteriores, están inspiradas en el panteísmo místico de
Abenarabi.
(3) Propiamente se dice que quien camina abstraído y reconcentrado, sin
fijarse en nada ni cuidarse de nadie.