Page 91 - Fantasmas
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Joe HiLL
Art se me quedó mirando largo rato y después agachó
la cabeza para escribir una breve nota en azul turquesa.
«Pero voy a hacerlo de todas maneras. Todos lo hacemos.»
Y después escribió:
«Al final, aunque no lo quieras, todos nos convertimos
en astronautas. De camino hacia un mundo del que no cono-
cemos nada. Así es como funcionan las cosas.»
En la primavera Art se inventó un juego llamado Saté-
lite Espía. Había una tienda en el centro, llamada Party Sta-
tion, donde te vendían un montón de globos de helio por vein-
ticinco centavos. Yo compraba bastantes y me dirigía a donde
había quedado con Art, que me esperaba con su cámara di-
gital.
En cuanto se agarraba a los globos, despegaba del suelo
y se elevaba en el aire. Conforme subía, el viento lo zarandeaba
de un lado a otro. Cuando estaba lo suficientemente alto, sol-
taba un par de globos, descendía un poco y empezaba a sacar
fotografías. Para bajar al suelo sólo tenía que soltar unos cuan-
tos más. Yo lo recogía donde hubiera aterrizado, y después íba-
mos a su casa a ver las fotos en su lap top. Eran imágenes de
gente nadando en sus piscinas, hombres reparando el tejado de
su casa, fotos de mí de pie en alguna calle desierta con la cara
vuelta hacia el cielo y los rasgos indistinguibles por la distan-
cia. Y en la parte inferior siempre aparecían las zapatillas de-
portivas de Art.
Algunas de sus mejores fotografías estaban hechas desde
poca altura, instantáneas tomadas a sólo unos metros de dis-
tancia del suelo. Una vez cogió tres globos y voló por encima
de la caseta donde Feliz estaba atado, en el lateral del jardín de
mi casa. Feliz se pasaba los días encerrado en su perrera, la-
drando, frenético, a las mujeres que paseaban con sus carreo-
las de bebé, al camión de los helados, a las ardillas. Había es-
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