Page 17 - Abrázame Fuerte
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atento, y ayuda en casa… No tiene nada que ver con los padres de sus amigas.
Su padre es el novio perfecto.
Bea cruza el pasillo. Pasa por delante de la cocina y, cuando ya casi está
alcanzando su habitación, grita:
—¡Ya estoy en casa! —Y entra en su cuarto, cerrando la puerta muy deprisa
y con cuidado. Quiere estar tranquila. Echarse en la cama sin hacer nada; sólo
esperar a que Silvia la llame.
Se quita la chaqueta, tira el bolso encima del colchón y, tras él, se tira ella. No
enciende ni el ordenador para escuchar música. Sólo se queda ahí, echada,
quieta, mirando al techo, sin apenas pensar. Esperando a que pasen rápido los
minutos, a que Silvia llegue a casa y la llame.
De pronto, la puerta de su habitación se abre tímidamente, y la cabeza de su
madre asoma por ella.
—Beatriz, cariño, cuéntame qué te pasa —le susurra con ternura.
—Nada, mamá. Estoy cansada. Anda, cierra la puerta y déjame tranquila.
Estoy bien —contesta Bea, intentando disimular el nudo que tiene en la garganta.
En vez de hacer caso a su hija, Lucía entra en la habitación. Sin decir nada, se
tira en la cama al lado de Bea y, dándole un caderazo, le dice:
—Anda, tira para allá, que no quepo.
Ese gesto hace reír a Bea, que se siente muy triste. Sabe que es tonta por
sentirse tan insegura. Se siente culpable por haber sido tan cobarde, y a la vez le
da rabia que ahora su amiga le robe a su príncipe. Pero no le apetece nada hablar
con su madre. Suerte que Lucía es una mujer muy comprensiva y muy buena
psicóloga. No le pregunta nada; se limita a estar a su lado y acariciarle el pelo
con la mano.
—Te quiero —le dice Bea a su madre en tono cariñoso.
—Y yo a ti, cariño —contesta su madre, a la vez que le da un beso en la
mejilla, de esos que hacen ruido.
En otra habitación, en otro edificio
—Marcos, ¿aún no has colocado tu ropa?
Marcos mira a su madre fastidiado. « Qué plasta. ¿Es que no ve que el cuarto
es un completo desastre, que no tengo espacio ni para moverme? Hay tantas
cajas y cajas y cajas que no sé por dónde empezar» .
—Mamá, esto es el caos, ¡la invasión de las cajas mutantes! —responde en
un tono que pretende ser jocoso—. Ya lo arreglaré luego.
—Tranquilo —le calma su madre—. A ver, ¿dónde tienes la ropa?
—¿Y yo qué sé, mamá? Todas las cajas son iguales…
—¿Qué te dije de poner etiquetas en las cajas con el contenido? —le recuerda