Page 168 - Lascivia Noviembre 2017
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- Pásele compadre ya sabe que está en su casa – le dije dejando sobre la

                  mesa del escritorio las cuentas que estaba realizando y fingiendo una son-

                  risa a “media asta”.




                    - Pues aquí Néstor a ver cómo nos había ido con la venta del ultimo hato

                  me dijo sentándose en la sala y yo sentándome enfrente de él.




                    - Pues la verdad… mal compadre – le dije a quema ropa, con Gregorio tenía

                  confianza y en más de una ocasión me había dado buenas ideas para sacar

                  a flote el negocio. La finca de Gregorio es más grande que la mía, y los ne-

                  gocios que llevamos con el los llevamos a partes iguales. Pero Gregorio te-

                  nía más negocios por su lado, y su astucia en más de una ocasión le había

                  redituado buenas ganancia.




                    - Q ue paso mi Néstor no se me ponga negativo, que necesitas – me dijo

                  de lo más tranquilo.




                    En ese momento entro mi esposa, a pesar de su edad que ya rizaba los 38

                  se conservaba bastante bien, buen par de ancas que terminaban en un cu-

                  lote que a todas luces había tenido mejores tiempos, pero que aún se atre-

                  vía a desafiar a cualquier verga de macho que se le plantase.




                    -Hola Gregorio como estas? – le dijo plantándole un beso los cachetes de

                  mi compadre, que la saludo de la forma más natural, Gregorio y mi esposa

                  eran buenos amigos igual que yo con la esposa de Gregorio – Pues bien

                  mi chula, aquí platicando con el zángano de tu marido, y ¿pa´ donde vas tan

                  bien arreglad? – le espeto Gregorio al ver a mi mujer con un vestido vapo-

                  roso que dejaba ver sus lindas pantorrillas morenas y también su espalda,

                  su cabello lo había recortado hacia años desde que le empezaron a brotar

                  canas que parecían pequeños rayitos como los que se pintaban mis hijas en

                  sus oscuros cabellos, las tres tenían el pelo negro como el azabache.




                    - Pues al pueblo, tengo que comprar unas cosas que me faltan – nos dijo

                  mientras revisaba su bolso como haciendo inventario de lo que iba a nece-

                  sitar – y ustedes ¿de que platican?
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