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sentí segura”.




                    Fernando Deira es el dueño de Sexmex, la principal productora de cine

                  porno mexicano. Él es el único jefe, el representante de las chicas y el di-

                  rector de las películas. Es un hombre alto y corpulento, de 40 años. Y tímido.

                  Confiesa que cuando era adolescente estuvo encerrado en un seminario

                  durante tres años preparándose para ser sacerdote. En sus películas mues-

                  tra la frustración que sentía al salir del encierro a los 15 años, cuando no se

                  atrevía ni a hablar con una mujer: “Las escenas son muchas veces un refle-

                  jo de mis propias fantasías y de mis miedos”.




                    A pesar de que la página web de la productora recibe unas 30.000 visitas

                  diarias y unas ganancias que “van en aumento”, según reconoce Deira, las

                  actrices tienen que recurrir a “trabajos extra” para recibir un salario decen-

                  te. Las más exitosas pueden aspirar a un contrato de exclusividad que va

                  de los 8.000 pesos a los 10.000 (unos 400 a 500 dólares) al mes, como es el

                  caso de Danae. Por eso combina las grabaciones con otro tipo de servicios

                  en clubes nocturnos, donde la seguridad laboral no está tan clara. Ahí Deira

                  sólo es el intermediario y cuenta que les pagan a las chicas entre 6.000 y

                  15.000 pesos, dependiendo de lo explícito del espectáculo: “Lo más barato

                  es un estriptis y lo más caro es el sexo en vivo, aunque en algunos lugares,

                  como el Distrito Federal, está prohibido”. Los actores no corren con la mis-

                  ma suerte, muchos ni siquiera cobran: “A veces pienso que deberían pagar-

                  me ellos a mi”, cuenta entre risas Deira.




                    “Si ni siquiera podemos hablar de una industria fuerte de cine en México,

                  menos aún de cine pornográfico”, remata Jorge Grajales, investigador cine-

                  matográfico especializado en cine de género y cultura popular. “Lo que se

                  hace en México es pornografía de baja calidad que no ha tenido el éxito

                  que en su momento tuvieron los clásicos del porno o siguen teniendo las

                  producciones estadounidenses”, cuenta Juan soto, doctor en Antropología

                  Social e investigador sobre pornografía.




                    Según las cifras de la plataforma canadiense Porn Hub, que ofrece datos

                  los portales no revelan, quienes consumen pornografía en México son las
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