Page 32 - Cuentos 1°C 2019
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LA VIEJITA Y LOS ANIMALES


            Había  una  vez  una  viejita  llamada  Consuelo,  la  cual  era  una  gran
            amante de los animales. Ella tenía en su casa una gran variedad de
            animales, entre los  cuales  destacaban  sus  loros  y  canarios,  ya que

            eran llamativos por sus hermosas plumas. Consuelo deseaba con todo
            su  corazón  tener  más  animales  a  los  cuales  pudiera  darles  amor  y
            atención. Su familia conocía los anhelos de su corazón, y sabían que

            nada la haría más feliz que el adquirir un nuevo animalito al cual cuidar.

            Un  día  su  hija
            mayor  Gina  llegó

            a  su  casa  para
            darle                una
            sorpresa,  la  cual

            era  un  hermoso
            conejo  blanco.  El
            conejo  era  muy
            juguetón                 y

            saltarín.  Empezó
            a saltar y a saltar

            hasta  que  hizo
            caer  la  jaula,  la
            viejita             muy
            enojada regañó al

            conejo  y  levantó  la  jaula.  El  conejito  se  puso  muy  triste  porque  lo
            regañaron y a él no le gustaba que lo regañaran. La viejita al ver al
            conejito tan triste lo alzó y lo acarició muy suavemente.


            Al rato llego otra de las hijas de la viejita con su nieto Santiago, al ver
            al conejo se enamoró de él y le puso por nombre Pepe. Se sentó y
            empezó a cantarle, los canarios le acompañaron con sus trinos y los

            loros muy alegres arremedaban el canto del niño y de los canarios,
            parecía una fiesta ante las risas de los adultos, el canto de los pájaros
            y las canciones del niño. Todo iba bien hasta que se asomó una vecina

            que era muy amargada y les dijo:
            -Dejen de hacer tanto ruido. ¡Bulliciosos!


            El niño y los animales empezaron a temblar del susto y se quedaron
            en silencio. Cuando la vecina desapareció ellos empezaron de nuevo
            con su fiesta, pero ella retrocedió y los miró con sus malvados ojos

            diciéndoles:
                -  ¡Cállense de una vez!





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