Page 17 - Summate número tres
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eterna partida está bastante mal armada con pasos coreografiados y
un final más que evidente.
Los que ya no son peones crecen y se van. Dejan de estar en el juego
y lo empiezan a manejar. El problema: son la copia de años y años de
la misma jugada. La que se repite una y otra vez, la que no es
cuestionada, la antigua. Todos demasiado aplacados y cerrados en el
color que alguna vez les perteneció. Algunos se escudan en que es
muy cansador armar una nueva jugada y hacer que se ponga en
práctica.
Sin embargo, hay un reducido grupo, pero no inexistente, que nunca
tuvo un color definido. Que no fue rojo o verde, ni azul, ni blanco. Y
que inventó colores en el proceso. Esos son los revolucionarios.
Trataron (y tratan) de cambiar el juego yendo en contra de todo,
giran el tablero una y otra vez en busca de nuevas jugadas, o cómo
deshacerse de ellas, lo giran y lo giran. Pero todos están demasiado
dominados para dar un paso “en falso”, todos están demasiado
asustados de ser distintos y no tener por una vez un color que los
“defina”. Es una mentira, se engañan. No es el color lo que te define,
no creas eso. No te encierres en el suéter que te pusiste, ni en las
medias que te hacían picar las piernas, o los zapatos que te hacían
doler los pies. Sos lo que no te dijeron que seas, porque para ser lo
que sí nos dijeron, somos todos iguales. Y ellos terminan logrando su
objetivo, convertirnos a todos en sus soldaditos.