Page 312 - El Señor de los Anillos
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oeste, y el cielo se hubo aclarado otra vez, se incorporó de nuevo Aragorn. Dio
      un salto entonces y fue a despertar a Gandalf.
        —Regimientos de cuervos negros están volando de aquí para allá entre las
      montañas y el Fontegrís —dijo— y han pasado sobre Acebeda. No son nativos de
      aquí; son crebain de Fangorn y de las Tierras Brunas. No sé qué les ocurre; quizás
      hay algún problema allá en el sur del que vienen huyendo; pero creo que están
      espiando la región. He visto además algunos halcones volando alto en el cielo.
      Pienso que debiéramos partir de nuevo esta misma noche. Acebeda ya no es un
      lugar seguro para nosotros; es un lugar vigilado.
        —Y en ese caso lo mismo será en la Puerta del Cuerno Rojo —dijo Gandalf
      —. Y no alcanzo a imaginar cómo podríamos pasar por allí sin ser vistos. Pero lo
      pensaremos cuando sea el momento. En cuanto a partir cuando oscurezca, temo
      que tengas razón.
        —Por suerte nuestro fuego humeó poco y sólo quedaban unas brasas cuando
      vinieron los crebain —dijo Aragorn—. Hay que apagarlo y ya no encenderlo
      más.
      —Bueno,  ¡qué  calamidad  y  qué  fastidio!  —dijo  Pippin.  Las  noticias:  no  más
      fuego y caminar otra vez de noche, le habían sido transmitidas tan pronto como
      despertó  poco  después  de  media  tarde—.  ¡Todo  a  causa  de  una  bandada  de
      cuervos!  Yo  había  estado  esperando  que  esta  noche  comiésemos  bien,  algo
      caliente.
        —Bueno,  puedes  seguir  esperando  —dijo  Gandalf—.  Quizá  tengas  todavía
      muchos banquetes inesperados. En cuanto a mí me gustaría fumar cómodamente
      una pipa y calentarme los pies. Sin embargo, de algo al menos estamos seguros:
      habrá más calor a medida que vayamos hacia el sur.
        —Demasiado calor, no me sorprendería —le murmuró Sam a Frodo—. Pero
      empiezo a pensar que es tiempo de echarle un vistazo a esa Montaña de Fuego y
      ver el fin del camino, por así decir. Yo creía al principio que este Cuerno Rojo, o
      como se llame, sería la Montaña, hasta que Gimli nos habló. Qué lenguaje este
      de los enanos, ¡para romperle a uno las mandíbulas!
        Los mapas no le decían nada a Sam y en estas tierras desconocidas todas las
      distancias parecían tan vastas que él ya había perdido la cuenta.
        Todo aquel día la Compañía permaneció oculta. Los pájaros oscuros pasaron
      sobre ellos una y otra vez y cuando el sol poniente enrojeció desaparecieron en
      el sur. Al anochecer, la Compañía se puso en marcha y volviéndose ahora un
      poco al este se encaminaron hacia el lejano Caradhras, que era todavía un débil
      reflejo rojo a la última luz del sol desvanecido. Una tras otra fueron asomando
      las estrellas blancas, en el cielo que se apagaba.
        Guiados por Aragorn encontraron un buen sendero. Le pareció a Frodo que
      eran los restos de un antiguo camino, en otro tiempo ancho y bien trazado, y que
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