Page 691 - El Señor de los Anillos
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colgaban a los costados del cuerpo: goteaban agua y lodo.
—¡Venga, señor Frodo! —dijo Sam—. ¡No las mire! Gollum dice que no hay
que mirarlas. Tratemos de caminar junto con él y de salir de este sitio maldito lo
más pronto posible… si es posible.
—Está bien —dijo Frodo como si regresara de un sueño—. Ya voy. ¡Sigue
adelante!
En la prisa por alcanzar a Gollum, Sam enganchó el pie en una vieja raíz o en
una mata de hierba y trastabilló. Cayó pesadamente sobre las manos, que se
hundieron en el cieno viscoso, con la cara muy cerca de la superficie oscura de
la laguna. Oyó un débil silbido, se expandió un olor fétido, las luces titilaron,
danzaron y giraron vertiginosamente. Por un instante el agua le pareció una
ventana con vidrios cubiertos de inmundicia a través de la cual él espiaba.
Arrancando las manos del fango, se levantó de un salto, gritando.
—Hay cosas muertas, caras muertas en el agua —dijo horrorizado—. ¡Caras
muertas! Gollum se rió.
—La Ciénaga de los Muertos, sí, sí: así la llaman —cloqueó—. No hay que
mirar cuando los cirios están encendidos.
—¿Quiénes son? ¿Qué son? —preguntó Sam con un escalofrío, volviéndose a
Frodo que ahora estaba detrás de él.
—No lo sé —dijo Frodo con una voz soñadora—. Pero yo también las he
visto. En los pantanos cuando se encendieron las luces. Yacen en todos los
pantanos, rostros pálidos, en lo más profundo de las aguas tenebrosas. Yo los vi:
caras horrendas y malignas, y caras nobles y tristes. Una multitud de rostros
altivos y hermosos, con algas en los cabellos de plata. Pero todos inmundos, todos
putrefactos, todos muertos. En ellos brilla una luz tétrica. —Frodo se cubrió los
ojos con las manos—. Ahora sé quiénes son; pero me pareció ver allí hombres y
elfos, y orcos junto a ellos.
—Sí, sí —dijo Gollum—. Todos muertos, todos putrefactos. Elfos y hombres
y orcos. La Ciénaga de los Muertos. Hubo una gran batalla en tiempos lejanos, sí,
eso le contaron a Sméagol cuando era joven, cuando yo era joven y el Tesoro no
había llegado aún. Fue una gran batalla. Hombres altos con largas espadas, y
elfos terribles, y orcos que aullaban. Pelearon en el llano durante días y meses
delante de las Puertas Negras. Pero las ciénagas crecieron desde entonces,
engulleron las tumbas; reptando, reptando siempre.
—Pero eso pasó hace una eternidad o más —dijo Sam—. ¡Los muertos no
pueden estar ahí realmente! ¿Pesa algún sortilegio sobre el País Oscuro?
—¿Quién sabe? Sméagol no sabe —respondió Gollum—. No puedes llegar a
ellos, no puedes tocarlos. Nosotros lo intentamos una vez, sí, tesoro. Yo traté una
vez; pero son inalcanzables. Sólo formas para ver, quizá, pero no para tocar. ¡No,
tesoro! Todos muertos.
Sam lo miró sombríamente y se estremeció otra vez, creyendo adivinar por