Page 181 - El Hobbit
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De repente Bilbo entendió. Olvidando todo peligro, se incorporó y llamó a los
      enanos,  gritando  y  moviéndose.  Aquellos  que  estaban  más  próximos  se
      acercaron tropezando sobre las rocas y tan rápido como podían a lo largo del
      antepecho, preguntándose qué demonios pasaba; los otros gritaron que los izaran
      con las cuerdas (excepto Bombur, que por supuesto estaba dormido).
        Bilbo se explicó rápidamente. Todos guardaron silencio: el hobbit de pie junto
      a la piedra gris, y los enanos observando impacientes, meneando las barbas. El
      sol bajó y bajó, y las esperanzas menguaron. El sol se hundió en un anillo de
      nubes enrojecidas y desapareció. Los enanos gruñeron, pero Bilbo siguió allí de
      pie, casi sin moverse. La pequeña luna estaba tocando el horizonte. Llegaba el
      anochecer.
        Entonces, de modo inesperado, cuando ya casi no les quedaban esperanzas,
      un rayo rojo de sol escapó como un dedo por el rasgón de una nube. El destello
      de luz llegó directamente a la nave atravesando la abertura y cayó sobre la lisa
      superficie de roca. El viejo zorzal, que había estado mirando desde lo alto con
      ojos pequeños y brillantes, inclinando la cabeza, soltó un sonoro gorjeo. Se oyó
      un  crujido.  Un  trozo  de  roca  se  desprendió  de  la  pared  y  cayó.  De  repente
      apareció un orificio, a unos tres pies del suelo.
        Enseguida,  temiendo  que  la  oportunidad  se  esfumase,  los  enanos  corrieron
      hacia la roca y la empujaron, en vano.
        —¡La llave! ¡La llave! —gritó Bilbo entonces—. ¿Dónde está Thorin?
        Thorin se acercó deprisa.
        —¡La llave! —gritó Bilbo—. ¡La llave que estaba con el mapa! ¡Pruébala
      ahora, mientras todavía hay tiempo!
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