Page 301 - El Señor de los Anillos
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Durante un rato los hobbits continuaron hablando y pensando en el viaje pasado y
en los peligros que les esperaban en el futuro; pero era tal la virtud de la tierra de
Rivendel que pronto se sintieron libres de miedos y ansiedades. El futuro, bueno
O malo, no fue olvidado, pero ya no tuvo ningún poder sobre el presente. La
salud y la esperanza se acrecentaron en ellos y estaban contentos, tomando los
días tal como se presentaban, disfrutando de las comidas, las charlas y las
canciones.
Así el tiempo pasó deslizándose y todas las mañanas eran hermosas y
brillantes y todas las noches claras y frescas. Pero el otoño menguaba
rápidamente; poco a poco la luz de oro declinaba transformándose en plata pálida
y unas hojas tardías caían de los árboles desnudos. Un viento helado empezó a
soplar hacia el este desde las Montañas Nubladas. La Luna del Cazador crecía en
el cielo nocturno y todas las estrellas menores huían. Pero en el horizonte del sur
brillaba una estrella roja. Cuando la luna menguaba otra vez, el brillo de la
estrella aumentaba, noche a noche. Frodo podía verla desde la ventana, hundida
en el cielo, ardiendo como un ojo vigilante que resplandecía sobre los árboles al
borde del valle.
Los hobbits habían pasado cerca de dos meses en la Casa de Elrond y
noviembre se había llevado los últimos jirones del otoño, y concluía diciembre
cuando los exploradores comenzaron a volver. Algunos habían ido al norte, más
allá del nacimiento del Fontegrís, internándose en las Landas de Etten, y otros
habían ido al oeste y con la ayuda de Aragorn y los montaraces llegaron a
explorar las tierras todo a lo largo del Aguada Gris, hasta Tharbad, donde el viejo
Camino del Norte cruzaba el río junto a una ciudad en ruinas. Muchos habían ido
al este y al sur y algunos de ellos habían cruzado las montañas entrando luego en
el Bosque Negro, mientras que otros habían escalado el paso en las fuentes del
Río Gladio, descendiendo a las Tierras Ásperas y atravesando los Campos
Gladios hasta llegar al viejo hogar de Radagast en Rhosgobel. Radagast no estaba
allí y volvieron cruzando el desfiladero que llamaban Escalera del Arroyo
Sombrío. Los hijos de Elrond, Elladan y Elrohir, fueron los últimos en volver;
habían hecho un largo viaje, marchando a la vera del Cauce de Plata hasta un
extraño país, pero de sus andanzas no hablaron con nadie excepto con Elrond.
En ninguna región habían tropezado los mensajeros con señales o noticias de
los Jinetes o de otros sirvientes del enemigo. Ni siquiera las Águilas de las
Montañas Nubladas habían podido darles noticias frescas. Nada se había visto ni
oído de Gollum; pero los lobos salvajes continuaban reuniéndose y cazaban otra
vez muy arriba del Río Grande. Tres de los caballos negros aparecieron
ahogados en las aguas crecidas del vado. Más abajo, en las piedras de los rápidos,
se encontraron los cadáveres de cinco caballos más y también un manto largo y
negro, hecho jirones. De los Jinetes Negros no había ninguna señal y no se sentía