Page 341 - El Señor de los Anillos
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Gandalf no les prestaba atención. Sentado, cabizbajo, parecía desesperado, o
inquieto. El aullido lúgubre de los lobos se oyó otra vez. Las ondas de agua
crecieron y se acercaron; algunas lamían ya la costa.
De pronto, tan de improviso que todos se sobresaltaron, el mago se incorporó
vivamente. ¡Se reía!
—¡Lo tengo! —gritó—. ¡Claro, claro! De una absurda simpleza, como todos
los acertijos una vez que encontraste la solución.
Recogiendo la vara y de pie ante la roca, dijo con voz clara:
—Mellon!
La estrella brilló brevemente y se apagó. En seguida, en silencio, se dibujó
una gran puerta, aunque hasta entonces no habían sido visibles ni grietas ni
junturas. Se dividió lentamente en el medio y se abrió hacia afuera pulgada a
pulgada hasta que ambas hojas se apoyaron contra la pared. A través de la
abertura pudieron ver una escalera sombría y empinada, pero más allá de los
primeros escalones la oscuridad era más profunda que la noche. La Compañía
miraba con ojos muy abiertos.
—Después de todo, yo estaba equivocado —dijo Gandalf— y también Gimli.
Merry, quién lo hubiese creído, encontró la buena pista. ¡La contraseña estaba
inscrita en el arco! La traducción tenía que haber sido: Di «amigo» y entra. Sólo
tuve que pronunciar la palabra amigo en élfico y las puertas se abrieron. Simple,
demasiado simple para un docto maestro en estos días sospechosos. Aquellos
eran tiempos más felices. ¡Bueno, vamos!
Gandalf se adelantó y puso el pie en el primer escalón. Pero en ese momento
ocurrieron varias cosas. Frodo sintió que algo lo tomaba por el tobillo y cayó
dando un grito. Se oyó un relincho terrible y Bill el poney corrió espantado a lo
largo de la orilla perdiéndose en la oscuridad. Sam saltó detrás y oyendo en
seguida el grito de Frodo regresó de prisa, llorando y maldiciendo. Los otros se
volvieron y observaron que las aguas huían, como si un ejército de serpientes
viniera nadando desde el extremo sur.
Un largo y sinuoso tentáculo se había arrastrado fuera del agua; era de color
verde pálido, fosforescente y húmedo. La extremidad provista de dedos había,
aferrado a Frodo y estaba llevándolo hacia el agua. Sam, de rodillas, lo atacaba a
cuchilladas.
El brazo soltó a Frodo y Sam arrastró a su amo alejándolo de la orilla y
pidiendo auxilio. Aparecieron otros veinte tentáculos extendiéndose como ondas.
El agua oscura hirvió y el hedor era espantoso.
—¡Por la puerta! ¡Subid las escaleras! ¡Rápido! —gritó Gandalf saltando
hacia atrás.
Arrancándolos al horror que parecía haberlos encadenado a todos al suelo,