Page 466 - El Señor de los Anillos
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se  hubiera  puesto  en  movimiento  y  la  savia  estuviese  fluyendo  de  nuevo  en
      hierbas y hojas. Legolas respiró hondamente, como alguien que toma un largo
      trago luego de haber tenido mucha sed en lugares estériles.
        —¡Ah,  el  olor  a  verde!  —dijo—.  Es  mejor  que  muchas  horas  de  sueño.
      ¡Corramos!
        —Los  pies  ligeros  pueden  correr  rápidamente  aquí  —dijo  Aragorn—.  Más
      rápido  quizá  que  unos  orcos  calzados  con  zapatos  de  hierro.  ¡Esta  es  nuestra
      oportunidad de recuperar la ventaja que nos llevan!
      Fueron en fila, corriendo como lebreles detrás de un rastro muy nítido, llevando
      una luz encendida en los ojos. La franja de hierba que señalaba el paso de los
      orcos  iba  hacia  el  oeste:  los  dulces  pastos  de  Rohan  habían  sido  aplastados  y
      ennegrecidos. De pronto Aragorn dio un grito y se volvió a un lado.
        —¡Un momento! —exclamó—. ¡No me sigáis todavía!
        Corrió rápidamente a la derecha, alejándose del rastro principal, pues había
      visto unas huellas que iban en esa dirección, apartándose de las otras; las marcas
      de  unos  pies  pequeños  y  descalzos.  Estas  huellas  sin  embargo  no  se  alejaban
      mucho antes de confundirse otra vez con pisadas de orcos, que venían también
      desde el rastro principal, de atrás y adelante y luego se volvían en una curva y se
      perdían de nuevo en las hierbas pisoteadas. En el punto más alejado Aragorn se
      inclinó y recogió algo del suelo; luego corrió de vuelta.
        —Sí —dijo—, son muy claras: las huellas de un hobbit. Pippin, creo. Es más
      pequeño que el otro. ¡Y mirad!
        Aragorn alzó un objeto pequeño que brilló a la luz del sol. Parecía el brote
      nuevo de una hoja de haya, hermoso y extraño en esa llanura sin árboles.
        —¡El broche de una capa élfica! —gritaron juntos Legolas y Gimli.
        —Las  hojas  de  Lorien  no  caen  inútilmente  —dijo  Aragorn.  Esta  no  fue
      dejada aquí por casualidad, sino como una señal para quienes vinieran detrás.
      Pienso que Pippin se desvió de las huellas con ese propósito.
        Entonces  al  menos  él  está  vivo  dijo  Gimli.  Y  aún  puede  usar  la  cabeza  y
      también las piernas. Esto es alentador. Nuestra persecución no es en vano.
        Esperemos que no haya pagado demasiado cara esa audacia —dijo Legolas
      —. ¡Vamos! ¡Sigamos adelante! El pensamiento de esos alegres jóvenes llevados
      como ganado me encoge el corazón.
      El sol subió al mediodía y luego bajó lentamente por el cielo. Unas nubes tenues
      vinieron del mar en el lejano Sur y fueron arrastradas por la brisa. El sol se puso.
      Unas sombras se alzaron detrás y extendieron unos largos brazos desde el Este.
      Los cazadores no se detuvieron. Había pasado un día desde la muerte de Boromir
      y los orcos iban todavía muy adelante. Ya no había señales de orcos en la extensa
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