Page 14 - Edicion 811 El Directorio
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Reportaje
Cómo llegamos a la Luna hace medio siglo
 Se cumplen hoy 50 años del despegue del 'Apolo 8' , el pri- mer viaje tripulado de la huma- nidad a nuestro satélite
rebañar unos gramos aquí, otros allá. La NASA había ofre- cido un bonus extra por cada ki- logramo que pudieran ahorrar. Y, en consecuencia, la nave se
siguiente ya hacia la Luna, aun- que fuera sin módulo de aterri- zaje?
Eso permitiría probar técnicas de navegación translunar, verifi- car el funcionamiento del co- hete, que nunca había llevado tripulación y comprobar los nue- vos programas del computador (todavía no terminados) para di- rigir el viaje hacia nuestro saté- lite. Y también, adelantarse a las intenciones de la Unión So- viética, que preparaba un lanza- miento hacia la Luna, quizás en diciembre.
En veinticuatro horas, Low de- sarrolló una actividad frenética. Recién regresado de Cabo Ken- nedy se entrevistó con Gilruth, director del Centro de Houston y con Chris Kraft, el director de operaciones de vuelo y Deke Slayton, responsable de la ofi- cina de astronautas. Todo en menos de una hora. Convocó una reunión urgente en la ofi- cina de von Braun, en Alabama, donde acudieron entre otros, el general Phillips director del pro- grama Apolo, Kurt Debus, direc- tor del Centro Kennedy y Rocco Petrone, de operaciones de lan- zamiento. En tres horas el grupo había tomado la decisión: Si el Apolo 7 tenía éxito, el 8 iría a la Luna.
En tres horas el grupo había to- mado la decisión: Si el 'Apolo 7' tenía éxito, el 8 iría a la Luna
Con el acuerdo bajo el brazo, Low volvió al avión, con destino a Houston. Ya de noche, nueva reunión, esta vez con los repre- sentantes de North American. ¿Estarían listos nave y soft- ware? ¿Qué problemas supon- dría lanzar un Saturno 5 a media carga? El vuelo anterior había sufrido serios problemas de vibraciones, que amenaza- ban con romper las conduccio- nes de combustible. Y, de madrugada, nuevo vuelo a Nueva York, para exponer el
proyecto a Grumman, responsa- bles del LM ¿Sería posible utili- zar un contrapeso que simulase la dinámica del inexistente mó- dulo lunar?
Las máximas autoridades de la NASA, en Washington, no fue- ron informadas hasta que todo el plan estuvo bien hilvanado. El administrador, James Webb, se mostró algo reticente, en princi- pio. ¿Cuáles serían las conse- cuencias de un eventual fracaso en un viaje organizado tan apre- suradamente? Pero, al final, ac- cedió.
Entretanto, quedaba otro pro- blema por resolver. La siguiente tripulación se había preparado para probar el módulo lunar en torno a la Tierra, no para ir a la Luna. Eso quedaba para el ter- cer vuelo. Slayton interrogó a James McDivitt, el comandante de la siguiente misión. ¿Estaría dispuesto a cambiar el objetivo de su viaje? Ni hablar. Se ha- bían preparado para probar otra nave en otras condiciones y no había tiempo material para re- plantear el entrenamiento. Así que se cambió el orden de vue- los. Sería el siguiente equipo, Frank Borman, William Anders y Michael Collins quienes pilota- ran el Apolo 8.
Aún habría más cambios. Co- llins tuvo que someterse a una operación de cervicales, que le supondría tres meses de conva- lecencia. Así que fue sustituido por James Lovell, su equiva- lente en la tripulación de re- serva. La tradición establecía que los suplentes pasarían a ser titulares en el tercer vuelo siguiente. Collins pasó a inte- grarse en el equipo formado por Neil Armstrong y Edwin Aldrin, que –si todo iba bien- pilotarían el Apolo 11.
En octubre de 1968, el Apolo 7 cumplió objetivos. Así que el si- guiente se programó para la si- guiente oportunidad en la que
  Acuciada por el compromiso de Kennedy de llegar a la Luna antes del fin del decenio, a me- diados de 1968, la NASA lo veía muy crudo. El incendio de enero de 1967, en el que fallecieron los astronautas que debían pilo- tar en primer ensayo del Apolo, había obligado a rediseñar buena parte de la nave. Ahora, por fin, año y medio después el trabajo estaba casi terminado y, aunque quedaban muchos fle- cos por pulir, en cuestión de pocos meses podría volar la nueva cápsula. Solo para pro- barla, sin salir de la órbita te- rrestre.
Otro asunto era el diseño del módulo lunar, el desgarbado ve- hículo que llevaría a dos astro- nautas hasta la superficie lunar. Todavía pesaba demasiado y los ingenieros se esforzaban en
había hecho tan frágil que había bastaba presionar con un dedo para abollarla o incluso atrave- sar algunos paneles protecto- res. Tenía que permanecer siempre colgada de grúas por- que sus frágiles patas no eran capaces de sostener su peso.
El módulo lunar no estaría listo para volar en la segunda mi- sión, como estaba previsto.
George Low, por entonces di- rector de la oficina del programa Apolo, se dio cuenta durante una visita a Cabo Kennedy donde se estaba montando el primer Saturno 5 que llevaría tri- pulación... cuando el módulo lunar estuviese listo. Y ahí tomó cuerpo una idea atrevida: si la cápsula principal, con tres tripu- lantes, se comportaba bien du- rante su primer vuelo, en octubre, ¿por qué no enviar la
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  Edición 811 Del 21 al 27 de febrero del 2019














































































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