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LXIV
SIEN EN
Dentro del poema hay un factor, además, que no hemos analizado y es la tristeza que Vallejo siente por su madre muerta, que no solamente está en este poema sino en toda su obra y que creo que es más fácil de intuir para el lector y asociarle con otros versos. Bastará, por ahora, sugerir que la muerte absorbe la personalidad de la madre y que queda siendo la propia muerte. La CAVIDAD de la cuchara, del féretro, de la ausencia del mar, todas esas asociaciones que hacen una imagen permanente y dolorosa, asocia- da siempre con la infancia y el sepulcro, a la vez ambigua en los momentos eróticos de algunos poemas.
En el caso del poema que nos toca “los amotinados nichos de la atmósfera”, donde el verbo “obstetrizar” abre a la muerte como al sexo de la madre. Habrá que ver otros poemas también para entender que ya entiende ese regreso al sexo de la madre como morir y volver a ese tiempo de infancia y felicidad, y donde le ocurre la confusión, de su propia sexualidad. En otros poemas también de TRILCE habla de “la sangre blanca de la muerte”, como alusión a la eyaculación, y la confusión permanente de morir y nacer en el sexo de la mujer. Lo que hace esa relación a veces oscura y otras veces la compara con la luz solar.
Después de tanto número creo que la maldición es solo cualificable y no cuantificable; por lo que son innumerables los malditos, algunos más que otros; pero, al parecer, Cho- lo solo, sólo hay uno, un triste tres: Vallejo.
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