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I
SIEN EN
Un poco más de consideración
en cuanto será tarde, temprano,
y se aquilatará mejor
el guano, la simple calabrina tesórea que brinda sin querer,
en el insular corazón,
salobre alcatraz, a cada hialóidea grupada.
Un poco más de consideración,
y el mantillo líquido, seis de la tarde
DE LOS MÁS SOBERBIOS BEMOLES.
Y la península párase
por la espalda, abozaleada, impertérrita en la línea mortal del equilibrio.
Dislocado, dislate, retorcido, y una interminable zaga de términos que expliquen las “desviaciones” y los descubrimientos vallejianos por las cuales sería factible convocar para tratar de entender, si fuera posible, después tan tantas interpretaciones que se han realizado, a esta obra fundamental de la historia de la literatura latinoamericana. Quizás unos de esos argumentos más sólidos devenidos desde la teoría literaria corresponda al prólogo de de Crítica y clínica, de Gilles Deleuze, que encaja en estas apreciaciones del primero poema de Trilce, cuando, amparado en el autor de À la recherche du temps perdu, resalta:
“El problema de escribir: el escritor, como dice Proust, inventa dentro de la lengua una lengua nueva, una lengua extranjera en cierta medida. Extrae nuevas estructuras gramaticales o sintácticas. Saca a la lengua de los caminos trillados, la hace delirar. Pero asimismo el problema de escribir tampoco es separable de un problema de ver y de oír: en efecto, cuando dentro de la lengua se crea otra lengua, el lenguaje en su totalidad tiende hacia un límite «asintáctico», «agramatical», o que comunica con su propio exterior. El límite no está fuera del lenguaje, sino que es su afuera: se compone de visiones y de audiciones no lingüísticas, pero que sólo el lenguaje hace posibles” (1993: 9).
Así como la Rae nos aporta opciones como “sacar algo de su lugar”, “Torcer un argumento o razonamiento, manipularlo sacándolo de su contexto y “hacer perder el tino o la compostura”, Deleuze nos adiciona, además de la extranjería de la lengua en la propia lengua, la tensión del propio lenguaje que se direcciona hacia un límite límite «asintáctico», «agramatical»; y Ferrari aporta que
“una tremenda y constante tensión, un equilibrio difícil entre la necesidad de destruir o desintegrar el lenguaje poético legado a la tradición (discursivo y enmarcado), y la necesidad de recrearlo a otro nivel, no ya como discurso
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