Page 10 - Un nuevo Sabbat
P. 10

día final una fuerte voz desde su trono proclame: «Esta
                  es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su mora-
                  da entre ellos y ellos serán su pueblo y él, Dios-con-ellos,
                  será su Dios» (Ap 21,3). Cuando Dios regrese en la ple-
                  nitud de su gloria no habrá más sufrimiento, ni más
                  miedo, ni más estrés, ni ansiedad, sino que todas las co-
                  Muestra gratuita
                  sas encontrarán su plenitud en Él.
                     Mientras llega ese momento, el pueblo de Dios ha vi-
                  vido siempre con la expectativa de experimentar el des-
                  canso que viene con su presencia divina. Para los anti-
                  guos israelitas era la promesa de libertad y de una vida
                  en la tierra donde las abundantes bendiciones de Dios
                  serían derramadas sobre su pueblo. Se verían libres de
                  tener que guerrear con sus enemigos. Producirían cose-
                  chas abundantes, ganado sano y familias extensas que
                  podrían celebrar en paz. Para ello, los israelitas firmaron
                  una alianza con Dios para ser obedientes a sus manda-
                  mientos. No se trataba de un conjunto de leyes destina-
                  das a ser una carga para su pueblo, sino de unos manda-
                  mientos que, si se cumplían, traerían la prosperidad.
                     Para los cristianos, esos mandamientos se cumplie-
                  ron a través del Hijo único de Dios, Jesucristo. En Él se
                  nos ofrece una imagen o representación de lo que signi-
                  fica vivir el corazón de los mandamientos de Dios en el
                  Antiguo Testamento: amar a Dios y amar al prójimo.
                  Como nos recuerda el Evangelio de Juan: «Y la Palabra
                  se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos
                  contemplado su gloria, la gloria que recibe del Padre
                  como Unigénito, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14).
                  La gloria que presenciamos en el Hijo brilla por su obe-
                  diencia al mandato de Dios, por su enseñanza sobre los
                  mandamientos, y por su entrada en el Reino por medio
                  de las obras de curación, perdón y rehabilitación de las

                  © narcea, s. a. de ediciones                     13
   5   6   7   8   9   10   11