Page 9 - Gratitud y educación
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directamente relacionado con el trabajo. Es una lista de agradecimiento.
Me ayuda a concentrarme en lo que es bueno en la vida y eso me ayuda a
mantener una actitud positiva. Si practico la gratitud, incluso puedo ayu-
dar más a nuestros clientes y a mis compañeros de trabajo». De acuerdo,
supongo que me dejé llevar por mi respuesta. Creo que la gratitud estaba
cambiando la forma en que me relacionaba con los clientes y con mis com-
Muestra gratuita
pañeros.
Volviendo a la situación, estudié atentamente la cara de mi jefe para ver
su reacción. Su semblante estoico no revelaba nada. Esperó otro segundo y
dijo: «Esa lista está funcionando. Hemos notado lo positivo que estabas y
cómo eso está afectando a todos los demás que están por aquí. Sigue con
el buen trabajo y, por cierto, llegamos a pensar que estabas tan positivo
porque te habías drogado». Esa última parte nos hizo reír a los dos.
Por cierto, al año siguiente, en ese trabajo, mientras seguía practicando
la gratitud en mi vida y en el trabajo, me eligieron «empleado del año» en
una plantilla de 250 trabajadores. Lo atribuyo a practicar la gratitud y
a hacer diariamente la elección consciente de encontrar gratitud en cada
situación en el trabajo. Muchas veces era todo un reto, y no siempre lo
conseguí. A veces, al terminar el día no había encontrado un rato para
redactarla, pero aun así hacía mi diario de agradecimiento. Curiosamente,
hacer mi lista cuando el agradecimiento era difícil de encontrar me parecía
de lo más importante.
En ese momento de mi vida, muchos factores se unieron y pensé en
cambiar de carrera para convertirme en educador. En mi trabajo estaba
entrenando a otros y un colega me dijo que sería un gran maestro. Mi
familia me habían dado el regalo de la educación y yo quería devolver
ese regalo a otros. Tomé la decisión monumental de cambiar de carrera y
convertirme en profesor. El día que dejé ese trabajo, el director ejecutivo
de la compañía salió con un pastel que decía: «Ojalá pudiera estar en la
clase del Sr. Griffith».
En mi primer año de enseñanza iba a clase con sueños idealistas. Hice
un curso adicional de pedagogía que atenuó esos altos objetivos y me dio
un montón de herramientas que estaba ansioso por usar. Di clase de cien-
cias a los alumnos de 13 años en una escuela del centro de la ciudad y tenía
ciento veinte estudiantes al día. Lamentablemente, en unas pocas semanas,
al tener que lidiar con multitud de desafíos, pasé rápidamente al modo de
supervivencia y cuestioné mi decisión de convertirme en profesor. Pero
sucedieron pequeños y, a veces, tremendos milagros que me hicieron seguir
avanzando.
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