Page 47 - tan bueno como el pan
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David Franco




                     se recordaban las visitas que hacía el padre Pane en medio de sus gestiones durante la
                     construcción de la Basílica.
                        Como a veces los trámites y reuniones impedían a Pane llegar a tiempo para merendar
                     en el comedor de los Salesianos de Breña, iba a almorzar a casa de Mauchi. Su papá había
                     sido su alumno en el Colegio Salesiano de Breña, de modo que estableció una duradera
                     amistad con él.

                        Entre los Mauchi quedó grabado nítidamente el recuerdo del padre Pane cuando se
                     quedaba dormido sentado en una silla después del almuerzo, producto de la exigente labor
                     que realizaba. Evidentemente el padre Jorge Mauchi no pudo ser testigo de estos hechos,
                     ya que él nació dos años después de la muerte de Pane. Pero recibió el testimonio y lo
                     conservó hasta los años finales de su vida.
                        Otro testigo dijo esto de él algunos años después:

                        “Solamente el que sabe por experiencia lo que quiere decir, lo que significa, pedir hoy y
                     mañana y volver a pedir una y otra vez, quizás a las mismas personas, sobreponiéndose a
                     sí mismo, venciendo la vergüenza y la mayor repugnancia puede apreciar todo el mérito de
                     la obra heroica del artífice primordial, del autor máximo del templo que hoy admiramos,
                     del inmejorable padre Pane”.
                        Cuando Pane no conseguía los recursos, gustaba pasear por la construcción y supervisar
                     los trabajos. Algunas veces lo acompañaba el padre Octavio Ortiz, con quien coincidió en
                     la obra salesiana de Breña en esos años. Estaba muy orgulloso de su alumno, sobre todo
                     cuando comenzó a ser voceado como nuevo obispo.

                        En 1917 se terminó la primera parte de la Basílica: su cripta subterránea. Fue inaugurada
                     en setiembre de ese año con motivo del tercer centenario de la muerte de Santa Rosa de
                     Lima.

                        A pesar de todo el empeño, los trabajos tomaron un ritmo más lento del esperado.
                     Se acercaba 1921 y se temía que el templo no estuviese listo para el centenario nacional.
                     Nuevamente, una sombra comenzó a acechar al cada vez más viejo y cansado padre Pane:
                     ¿Acaso se avecinaba un nuevo fracaso? ¿Fue quizás otra decisión impetuosa comprometerse
                     a tener lista la Basílica para el centenario de la independencia? A su edad, un nuevo fracaso
                     significaba la imposibilidad de una nueva oportunidad de reivindicación en el futuro.

                        Cuando se confirmó que el templo no iba a estar terminado para las fiestas del
                     centenario en 1921, Pane tomó una difícil decisión: aunque sea inconcluso, el templo se
                     debía inaugurar en la fecha acordada y cumplir la palabra empeñada.






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