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AMADÍS DE GAULA
Melicia entró con gentil continencia e lozano co-
razón, que así era ella muy lozana e muy fermosa,
e pasó por los padrones ambos, tanto, que cuidaron
todos que entraría en la cámara; e Oriana, que
así lo pensó, fué toda demudada de pesar; mas lle-
gando un paso más que Olinda, luego fué tollida e
sacada sin ninguna piedad, como la otra, tan des-
acordada como si muerta fuese, que así como más
adelante entraban, mucho más la pena les era dada
a cada una en su grado, e así se hacía a los caballe-
ros antes que Amadís lo acabase. Las rabias que
don Bruneo por ello hacía a muchos movían a pie-
dad; mas a los que sabían el poco peligro que de
allí redundaba, reíanse mucho de lo ver. Esto así
fecho, llevó Amadís a Oriana, en quien toda la fer-
mosura del mundo ayuntada era, y llegó al sitio con
pasos muy sosegados y rostro muy honesto, e santi-
guóse e encomendóse a Dios, y entró adelante, e sin
que nada sintiese pasó los padrones, e cuando a una
pasada de la cámara llegó sintió muchas manos que
la pujaban e tornaban atrás, tanto, que tres veces la
volvieron hasta cerca del padrón de mármol; mas
ella no hacía sino con las sus muy fermosas manos
desviarlos a un cabo e a otro, e parecíale que toma-
ba brazos e manos; e así con mucha porfía e gran
corazón, e sobre todo su gran fermosura, que muy
más extremada era que la de Grimanesa, como di-
cho es, llegó a la puerta de la cámara muy cansada,
e trabó de uno de los umbrales ; entonces salió aquel
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