Page 161 - Vuelta al mundo en 80 dias
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¡No daría mi parte de cuatro mil libras en la apuesta   dijo Andrés Stuart sentándose ,
                  aun cuan-do me ofrecieran tres mil novecientas noventa y nueve!

                  La manecilla señalaba entonces las ocho y cuaren-ta y dos minutos.

                  Los jugadores habían tomado las cartas, pero a cada momento su mirada se fijaba en el
                  reloj. Se puede asegurar que, cualquiera que fuese su seguridad, nunca les habían parecido
                  tan largos los minutos.

                   Las ocho y cuarenta y tres   dijo Tomás Flana-gan, cortando la baraja que le presentaba
                  Gualterio Ralph.

                  Hubo un momento de silencio. El vasto salón del club estaba tranquilo; pero afuera se oía la
                  alga-zara de la muchedumbre, dominada algunas veces por agudos gritos. El péndulo batía
                  los segundos con seguridad matemática. Cada jugador podía con-tar con las divisiones
                  sexagesimales que herían su oído.

                   ¡Las ocho y cuarenta y cuatro!   dijo John Suilivan, con una voz que descubría una
                  emoción involuntaria.

                  Un minuto nada más, y la apuesta estaba ganada. Andrés Stuart y sus compañeros ya no
                  jugaban. ¡Habían abandonado las cartas y contaban los se-gundos!

                  A los cuarenta segundos, nada. ¡A los cincuenta nada tampoco!

                  A los cincuenta y cinco se oyó fuera un estrépito atronador, aplausos, vítores, y hasta
                  imprecaciones que prolongaron en redoble continuo.

                  Los jugadores se levantaron.

                  A los cincuenta y siete segundos, la puerta del salón se abrió, y no había batido el péndulo
                  los sesenta segundos, cuando Phileas Fogg apa-recía seguido de una multitud delirante, que
                  había forzado la puerta del Club, y con voz cal-mosa, dijo:

                   Aquí estoy, señores.



                  XXXVII
                  ¡Sí! Phileas Fogg en persona.

                  Recuérdese que, a las ocho y cinco minutos de la tarde, unas veinticuatro horas después de
                  la llegada de los viajeros a Londres, Picaporte había sido encar-gado de prevenir al
                  reverendo Samuel Wilson para cierto casamiento que debía verificarse al día siguiente.
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