Page 3 - LO QUE LE ATA A LA VIDA-ESUNA
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Te voy a contar una historia, bien podría ser tu propia historia. El personaje central es
Víktor Frankl neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco, fundador de la escuela de la
logoterapia y análisis existencial. Fue prisionero, durante mucho tiempo, en los bestiales
campos de concentración, él mismo sintió en su propio ser lo que significaba una existencia
desnuda. Sus padres, su hermano, incluso su esposa, murieron en los campos de
concentración o fueron enviados a las cámaras de gas, de tal suerte que, salvo una hermana,
todos perecieron. ¿Cómo pudo él -que todo lo había perdido, que había visto destruir todo lo
que valía la pena, que padeció hambre, frío, brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a
punto del exterminio-, cómo pudo aceptar que la vida fuera digna de vivirla?
Bueno, la verdad es que el ser humano tiene la capacidad de trascender sus
dificultades y descubrir la verdad conveniente y orientadora. La salvación del hombre está
en el amor. Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder
expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar
los sufrimientos correctamente -con dignidad- ese hombre puede, en fin, realizarse en la
amorosa contemplación de la imagen del ser querido. “Ponme como sello sobre tu corazón...
pues fuerte es el amor como la muerte” (Cantar de los Cantares, 8,6.)
Frankl nos cuenta que la vida interior de los prisioneros se hacía más intensa al
sobreponerse a la situación crítica que vivían, sentían la belleza del arte y la naturaleza como
nunca hasta entonces; así, llegaban a olvidarse de las terribles circunstancias: “una tarde en
que nos hallábamos descansando sobre el piso de nuestra barraca, muertos de cansancio, los
cuencos de sopa en las manos, uno de los prisioneros entró corriendo para decirnos que
saliéramos al patio a contemplar la maravillosa puesta de sol y, de pie, allá fuera, vimos hacia
el oeste densos nubarrones y todo el cielo plagado de nubes que continuamente cambiaban
de forma y color desde el azul acero al rojo bermellón… y entonces, después de dar unos
pasos en silencio, un prisionero le dijo a otro: "¡Qué bello podría ser el mundo!".
Las experiencias de la vida en un campo de concentración, demuestran que el hombre
tiene capacidad de elección, puede vencerse la apatía, eliminarse la irritabilidad. El hombre
puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las
terribles circunstancias de tensión psíquica y física.