Page 9 - El maquinista de la General
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Este  modo de hacer, que explica esa  tendencia a  la  narración episódica que
                  vemos en la mayoría de los largometrajes cómicos -desde Chaplin hasta Laurel
                  y Hardy-, había sido hábilmente compensado por Keaton en películas anteriores
                  como La  ley  de  la  hospitalidad (1923)  o El  navegante (1924),  en  las  que
                  procuraba  descartar  todos  aquellos  gags  que  no  hicieran  avanzar  la  acción.
                  Pero  en El  maquinista,  cuya  estructura  narrativa  ha  sido  comparada  con  un
                  mecanismo  de  relojería,  el  realizador  se  supera  a  sí  mismo.  Cada  situación
                  deriva  en  la  siguiente  con  la  misma  fluidez  y  simetría  del  recorrido
                  ferroviario: Keaton atraviesa la primera mitad del filme de derecha a izquierda,
                  persiguiendo a «The General» a bordo de «The Texas», y la segunda mitad, de
                  izquierda a derecha, a bordo de la General y perseguido por la Texas. Todo lo
                  que los perseguidos ejecutan contra el perseguidor durante la primera parte es
                  ejecutado en sentido opuesto en el recorrido de la segunda parte. Sin embargo,
                  lograr esa simetría y esa extraña perfección de la película supuso un alto costo
                  para la productora. Keaton sabía que la historia y la puesta en escena -la bella y
                  divertida persecución de los ferrocarriles- iban a producir un impacto seguro en
                  el público, y por eso se tomaba su tiempo hasta lograr que cada situación fuera
                  perfecta, digna del que iba a ser su mejor filme.

                  A esos retrasos, frutos del perfeccionismo, se sumaron otros causados por la
                  necesidad  de  apagar  los  frecuentes  incendios  que  las  chispas  de  las
                  locomotoras causaban en las pilas de heno y en las granjas circundantes. Sobre
                  todo  porque Keaton se  empeñó  en  que  las  máquinas  funcionasen  realmente
                  quemando madera y no con la fuerza de un motor. Uno de esos incendios escapó
                  al control del equipo y, aunque finalmente fue detenido, dejó una densa capa de
                  humo que obligó a suspender el rodaje durante varias semanas, hasta que las
                  lluvias lo disiparon. Keaton aprovechó esos días para rodar los pocos interiores
                  de la película, cuyo presupuesto se iba incrementando de forma geométrica.

                  La secuencia más cara de la historia

                                                              No obstante, la gota que colmó el vaso
                                                              sucedió        a        finales       del
                                                              rodaje. Keaton decidió  culminar  su
                                                              película con el gag más caro de toda la
                                                              historia  del  cine  mudo.  Un  oficial
                                                              testarudo  ordena  al  maquinista  de  la
                                                              Texas  que  atraviese  el  puente  en
                                                              llamas:  «Ese  puente  no  se  ha
                                                              consumido  lo  suficiente  como  para
                                                              detener su tren; avance y mis hombres
                                                              se  encargarán  de  vadear  el  río».  La
                                                              locomotora  avanza  y  el  puente  se
                  deshace bajo su peso, arrojando la máquina sobre el agua y las rocas. El plano
                  siguiente  vuelve  sobre  el  oficial  que,  juzgado  en  silencio  por  la  mirada
                  inquisitoria  de  sus  soldados,  comprende  tarde  que  acaba  de  ordenar  una
                  estupidez mayúscula.
                  La filmación de esa toma tuvo lugar el día 23 de julio de 1926. Sólo podía rodarse
                  una  vez,  así  es  que Keaton dispuso  seis  cámaras  para  asegurar  que  reunía
                  suficiente material como para montar toda la secuencia. Conocedora del hecho,
                  toda la población de Cottage Grove se reunió para contemplar la espectacular
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