Page 9 - Parlante 3. Revista. Final
P. 9
Crónica a la Boya. [RUTA MAYA ‘18]
Vamos bajando las escaleras de madera, impacientes, frenéticos. Escuchamos el oleaje del mar, el viento despeinán-
donos, se huele la sal del agua… siento la arena.
Arrasamos con la playa, el ambiente, la gente, la adrenalina y el poco tiempo otorgado nos provoca deshacernos de
lo que vestimos y rápidamente cambiarnos a trajes de baño. Una gran roca comienza a ser atacada por el desorden
juvenil, repentinamente vestida de maletas, zapatos, ropas, y demás chucherías que llevábamos con nosotros.
Así corremos al agua, no importando qué tan fría se encuentra, no importando si el suelo quemaba o lastimaba
nuestros pies.
Empezamos a salpicar; unos nadan, otros nos dedicamos a saltar esquivando el choque de cualquier ola; bromeamos,
alteramos la paz, nos dejamos llevar, nos secamos los ojos del agua salada que los inunda, todo sin dejar de “estar”. Trans-
curre el tiempo y se presentan sonrisas, fotos, uno que otro percance ocasionado por el violento arrasar del mar; en fin,
se vive el mar.
Me encuentro con Emily, ahora protagonista de mis era más que yo; mi cuerpo, un cuerpo supuestamente
crónicas; Emily no sólo nos sorprende con su tenaz au- entrenado, decide adquirir la condición de la más vieja
dacia para el nado, sino que resulta como si hubiese ad- de mi parentela y fue ahí cuando vi cerca a la huesuda.
quirido otra personalidad, totalmente distinta. Me gusta Recuerdo patalear con la menor cantidad de energía
pensarle como sirena; qué digo sirena, tiburón; qué digo posible, tratando siempre de no alejarme tanto de Em;
tiburón, guachinango. ¡Emily no le teme a ninguna ola! quien como buen guachinango que es, iba sin preocu-
A pesar de las constantes alertas que soltaban de vez en paciones.
vez nuestros compañeros, decido permanecer cerca de Me pregunta, algo gritado: ¿¡Vas bien!?
Em. Comienza a andar mar adentro, cada centímetro ¡Sí!- le contesto
más tentador que el anterior. ¡carajo, Emily en verdad lo hacía ver tan fácil!
Cuando se acerca la hora de retirarse, Emily está a pun- Seguíamos nadando y me propuse concentrar toda mi
to de ofrecerme lo que nunca nadie; habríamos de na- energía en visualizar la meta que ahora me era incier-
dar lo más lejos que jamás había nadado mar adentro: ta, no sabía si ésta era llegar a la orilla o llegar al reino
llegaríamos a la boya. del Señor, ahora que había logrado tocar una pinche
Rápidamente salimos del mar, corremos con Andrick pelotota que flota; para lo que me pregunté: ¿valió la
(hombre calvo, gordito, usa lentes, y está encargado de pena haber muerto por ello? De nuevo Emilia me gri-
todo) y le pedimos permiso para lo que sería una nueva ta: ¿¡Vas bien!?
experiencia para mí, aunque Emily no sabía esto. No contesto al principio, sólo pienso: ¡Puta madre
Aceptó. Emilia, estoy tratando de sobrevivir aquí, ten tantita
Corremos de nuevo al mar, nuestros compañeros to- madre y cánsate!
davía adentro, nadamos, seguimos nadando. Nadamos Decido contestarle, de nuevo sólo digo: ¡Sí!
en dirección al oleaje para llegar más rápido a la boya, Cada vez más cerca, tomo el último respiro hondo, le
no paramos y ¡carajo, Emilia lo hacía ver tan fácil! Pero meto turbo a mis piernas y brazos. Me doy cuenta que
no pienso en el cansancio sino en lo que será poder estoy parado, por fin, pisando la arena que me recibió
tomar la méndiga pelotota y regresar habiendo hecho la al entrar al mar. Emily me voltea a ver feliz (en verdad
travesía más larga jamás hecha por ningún Rodrigo Ol- es sínica la muchacha; mientras yo salgo del mar cual
guin Reyes en la historia. A penas llegamos le doy una ballena encallada a nada de morir, ella decide salir en
palmada, más como una nalgada, a la naranjota, volteo, perra, pavoneándose por su gran hazaña.)
veo a Emily y decidimos regresar, esta vez ella al frente. En fin, nos vamos a secar junto a la roca nuevamente
Ahora, el regreso, el tan hijo-de-su-desgraciada-madre invadida por todos nosotros. Cuando decidimos
regreso. Justo cuando podía gritar que me encontraba en irnos, volteando al mar, pienso: Valió la pena haber
el esplendor de mi juventud, justo cuando tantas clases muerto por ella.
de natación en “Al Agua Pato” habían brindado frutos y 8
había demostrado que ninguna pelotota naranja Por Rodrigo Olguín Reyes