Page 27 - Junio 2018
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ciado del terreno para fundar los cimientos y visita el solar todos los días, con objeto
de observar los progresos. Esta operación le parece importante y lo es en efecto.
Después, a medida que la edificación avanza, entra en ella y vive sin volver a pensar
en los cimientos de una vida de matrimonio feliz.
Esto debe ser siempre sin que prefiera pasar toda su vida en el sótano.
Y comenzará con otra ilusión valiosa. Invertirá todos sus haberes en sus hijos,
porque verá que es la mejor inversión que debe hacer ahora.
La pareja humana de nuestro tiempo, cuya base se encuentra en derredor de
un hombre y una mujer unidos, se forma con el fin de llevar a cabo una proyección
conjunta de sus ambiciones y necesidades biológicas, intelectuales y sociales.
La necesidad de conocer a fondo las nuevas situaciones con las que la pareja se
encontrará al unirse para crear una familia debe formar parte esencial de sus rela-
ciones prematrimoniales. Ante la diversidad de criterios con que, tanto el hombre
como la mujer llegan al matrimonio, la madurez psicológica de los futuros esposos
es una exigencia básica para la buena marcha de la vida conyugal. Todo individuo
adulto debe saber que la unión de un hombre con una mujer conlleva un alto gra-
do de equilibrio conseguido tras superar de una forma sana todas las etapas infan-
tiles y púberes.
Por regla general, aún en una época como la nuestra, de tantas y tan rápidas tras-
formaciones, hombres y mujeres siguen llegando al matrimonio con una idea equi-
vocada o demasiado idealizada. Dos personas adultas, maduras psicológicamente
pueden emprender la búsqueda de la felicidad conyugal, superar fácilmente los
eventuales obstáculos y conseguir una relación matrimonial lo más perfecta posible.
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