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 Alta Dirección / Entrevista con Ramón de Miguel, embajador de España en Francia
de 1996 en Francia: en este país no están separadas las líneas de trans- porte de la red comercial, y el gas y
la electricidad están manejados por empresas públicas y por monopolios de Estado. Más aún, Francia no está in- ternamente interconectada en la elec- tricidad y el gas. ¿Cómo va a integrar el mercado interior de la UE si ni siquiera hay un mercado interior en Francia? Y si esto pasa en Francia, uno de los paí- ses esenciales de la Unión Europea, en el centro de todo, ¿cómo va a funcionar en el resto?
En cambio, el mercado interior de la electricidad y del gas funciona en la Península Ibérica. España y Portugal están perfectamente integrados, hay transparencia de precios, los mega- vatios y el gas se mueven de un sitio a otro sin ningún problema. Lo mismo sucede en Reino Unido, pero en Fran- cia, en Italia y en algunos aspectos en Alemania, hay muchos problemas.
El 60 aniversario del Tratado de Roma nos tiene que servir para hacer un ejercicio de vuelta al principio, de empezar a funcionar como un verdade- ro mercado común y luego ver cómo se resuelven los problemas.
Con respecto al gas y a la electrici- dad, hay que aplicar la directiva del 96. Saliendo de un Consejo Europeo, Sarkozy dijo que Francia no iba a ha- cer el unbundling, y nadie lo llevó ante el Tribunal. De la misma manera que a España la Comisión Europea le pone una multa por no haber adaptado nuestro anticuado sistema aplicable
a los estibadores, sería justo ver si
le abren un procedimiento a Francia porque el mercado interior no fun- ciona en este país y esto hace que no funcione en toda Europa.
Nosotros, que nos sobra el gas, podríamos ser una alternativa de abastecimiento para Europa, evitan- do depender únicamente de Rusia. El problema es que el gas español no puede pasar por Francia para lle- gar a Alemania, no solo por la falta de infraestructuras, sino porque una vez que pasa la frontera no tiene una autopista para circular y el Ródano no está conectado al sistema. El tema de la energía se resolvería si se aplicasen las directivas comunitarias. La gente habla mucho de lo que hay que hacer en Europa y se le olvida que lo primero es cumplir en sus propios países.
El mercado
interior de la electricidad y del gas funciona en la Península Ibérica; sin embargo, Francia no está internamente interconectada
En Francia existe otro problema: el monopolio. No hay diferencia entre las empresas públicas y las privadas. Sin embargo, una cosa es que una empresa pública pueda competir con las empre- sas privadas en el mercado, y otra es un monopolio de Estado, porque aquí EDF no permite a nadie competir en electricidad. En España ha existido un mercado transparente. Había una em- presa que pertenecía al Estado, como era Endesa (ahora privatizada), pero por aquel entonces no condicionaba la
En la
Comisión, las diferencias de las nacionalidades no se ven; se concilia todo
y se organiza, se legisla y se trabaja para el conjunto
política energética en el país. De hecho competía con Iberdrola o Fenosa con todo el derecho. Lo que no puede ser es que una empresa pública se bene- ficie de un sistema donde el regulador es dueño del monopolio y, por tanto, no pueda haber neutralidad.
F.F.S.: Echando la vista atrás y con toda su experiencia y aprendizaje acumulados por su trabajo en dife- rentes entornos, ¿qué momento ha sido el más gratificante y formativo, profesionalmente: la diplomacia es- pañola, su paso por Bruselas o la em- presa privada?
R.D.M.: Pertenezco a un Cuerpo Supe- rior de la Administración del Estado, en un nivel que te permite llevar una vida profesional muy interesante. Para mí fue muy importante, más que la em- presa privada, el haber pasado diez años de mi vida en la Comisión Euro- pea, que no es ni una Administración ni una empresa privada. Es un órgano muy particular, pues es multinacional y se rige por criterios privados, sobre todo en el derecho laboral. Es una ad- ministración elitista y muy motivada, pero sin influencia política de ningún tipo. No te nombran y promocionan por influencias externas, sino por los méri- tos que tienes. Te pagan mejor que en una administración nacional y si no rin- des lo suficiente, te congelan el sueldo o te cesan. Me parece que haber for- mado parte de la denostada burocracia de Bruselas, que es lo mejor que tiene Europa ha sido una extraordinaria ex- periencia.
En la etapa que yo viví se trabaja- ba por un ideal grande y se conectaba con las administraciones de todos los países para saber cómo encajaban los mecanismos. Trabajar en un mundo totalmente multinacional, en el que tie- nes compañeros de muchas nacionali- dades, requiere un enorme esfuerzo de adaptación y una gran flexibilidad para entender los puntos de vista de cada uno. En la Comisión, esas diferencias de nacionalidades no se ven, se concilia todo y se organiza, se legisla y se traba- ja para el conjunto.
Creo que los diez años que pasé en Bruselas me prepararon para asumir las responsabilidades que tuve como secretario de Estado y cuando termi- nó esa etapa, me pareció un buen mo- mento para probarme a mí mismo que
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